Si los Balcanes es una región que destaca por su abundancia de etnias, culturas y religiones, Voivodina es el crisol de su multiculturalidad. Su capital Novi Sad es una apacible ciudad de jardines que será la Capital Europea de la Cultura en 2021. Y razones no le faltan
Como soy un aficionado de los países, la geopolítica y las regiones con estatus políticos diferenciado (por si algún día se hacen países), tenía que visitar la Voivodina sí o sí. Voivodina es una provincia autónoma que se encuentra dentro de Serbia, y que es conocida por su elevadísima multiculturalidad. No solo serbios viven aquí, sino una amplia minoría de húngaros, y otras minorías como rumanos, eslovacos, croatas, bosníacos, búlgaros, turcos, gitanos, rusinos, y bastantes más que llegan a los veinte grupos étnicos. De hecho, hay seis idiomas oficiales de esta región: serbio, húngaro, eslovaco, croata, rumano y rusino.
Es sabido que el Imperio Austrohúngaro era el imperio más diverso y por ende, con más nacionalismos (como se vio tras su desintegración). La Voivodina, área natural de expansión de Hungría y la llanura panónica, y regada por los ríos Danubio, Tisza y Sava ha sido desde antaño un terreno muy fértil que ha atraído a todos los pobladores de países vecinos. En esta región es muy importante la agricultura, y su desarrollo ha posibilitado el establecimiento de grandes ciudades como Subotica o Novi Sad, además de ser un cruce de caminos en medio del corazón austrohúngaro. Después del Tratado de Trianon que puso fin al Imperio Austrohúngaro tras la I Guerra Mundial, quedó bajo dominio del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Sin embargo, quizá por el elevado número de etnias y culturas tan igualado, sin que una tuviera mayor preponderancia que otra, hizo que Voivodina nunca reclamase independencia ni sufriera los estragos de la guerra, sino que se caracterizó por una inusitada convivencia y ambiente pacífico entre sus habitantes, de lo que se sienten orgullosos. Croatas y eslovacos católicos conviven con serbios y rumanos ortodoxos, con judíos, con bosníacos y turcos musulmanes, con gitanos, etc.
Novi Sad, cuya traducción quiere decir “jardín nuevo”, cuenta con unos 300.000 habitantes, y es la segunda ciudad en importancia en Serbia. Es una pequeña ciudad que merece una excursión desde Belgrado, ya que se encuentra a poco menos de hora y media en autobús (80 km de Belgrado). Hay buses prácticamente a cada hora.
Desde Belgrado cogimos el bus que nos dejó en la estación de autobuses de Novi Sad, que se sitúa al norte. Empezamos a andar por el bulevar Oslobodenja hacia el sur, mientras contemplábamos grandes edificios de negocios, bloques del pasado comunista, parques abandonados, animados comercios… hasta llegar a la calle Jevrejska, donde giramos hacia la izquierda (hacia el este) para adentrarnos en el corazón de la ciudad. En esta calle ya se nota que la ciudad está más cuidada, y enseguida vimos la sinagoga, que data del 1909. Desde aquí continuamos hasta llegar al Teatro Nacional de Serbia, un edificio de aspecto muy moderno aunque fue fundado en 1861.
Detrás de esta calle se abre la gran plaza Trg Slobode (Plaza de la Libertad). Es el centro de la ciudad, donde se ubican los edificios más importantes: la iglesia de la Virgen, de 1895 en estilo neogótico, el antiguo ayuntamiento, y más edificios como el Banco de Voivodina o el Hotel Voivodina. La plaza, como el resto de la ciudad, es muy colorida y está muy cuidada. Su aspecto tiene un sabor austrohúngaro-centroeuropeo muy fuerte, que sin duda, refleja la historia más próxima de esta región y algo más diferenciada del resto de Serbia.
Novi Sad es una ciudad amable. Creo que ese sería el mejor adjetivo que podría usar para definir a esta ciudad. Sus casitas bajas, amplias calles peatonales repletas de terrazas y bares, un gentío que desborda vida, niños jugando, y los atractivos intercalados de residencias, iglesias y palacetes que salpican la ciudad de diferentes estilos hacen que sea muy agradable un paseo por Novi Sad. Realmente no hay nada que destaque más que otra cosa, no hay un icono emblemático, pero sí un ambiente que te envuelve. Todo esto lo podéis comprobar en la calle Zmaj Jovina o en la calle Dunavska. Entre ellas se encuentra el Palacio del Obispo o Vladikanski Dvor, construido en 1901, un edificio que destaca por la mezcla de estilos, desde un secesión hasta toques bizantinos. La iglesia del Gran Mártir San Jorge, de cúpula cebollada y culto ortodoxo se contempla justo detrás de este.
Disfruté de pasar el día paseando entre las calles coloridas y los amplios jardines de Novi Sad, como el Dunavski Park, al final de la calle Dunavska. También de comer cevapi, la comida más típica de los Balcanes (su nombre difiere de una región a otra: cevapi, cevapcici; son unas salchichas de cordero con muchas salsas), y de probar la cerveza local.
Por último, nos acercamos hasta la orilla del río Danubio, para contemplar la fortaleza de Petrovaradin, donde en julio se celebra el festival EXIT, uno de los mayores de toda Europa.
Este fue nuestro recorrido por el “Jardín Nuevo”.