Qué ver en SAN PETERSBURGO, el corazón ruso

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El proyecto europeo de los zares rusos es una ciudad que rebosa majestuosidad por cada esquina, y entrevé decadencia en cada poro. Canales, arquitectura, arte y sobre todo, historia, hacen de San Petersburgo una de las ciudades más visitadas del mundo. Te invitamos a descubrir la catalogada como “mejor ciudad para vivir” de Rusia, y damos fe de ello.

Los helados eran muy baratos incluso comprándolos frente al Palacio de Invierno

 

Con más de 5 millones de habitantes, San Petersburgo es considerada la metrópoli más al norte del mundo. Fundada en 1703 por el zar Pedro I (El Grande) con el objetivo de “europeizar” el país, trasladando la capital desde Moscú hasta las orillas del Báltico, la “ventana de Europa” se edificó en la desembocadura del Río Neva, en una zona pantanosa donde antes del siglo XVIII sólo había un fuerte sueco. Con este deseo, el Imperio Ruso venció a Suecia y construyó en la llamada “Isla de las liebres”, la que sería la fortaleza de San Pedro y San Pablo, origen de la ciudad.

La construcción de San Petersburgo fue muy rápida, tanto que el zar decretó que durante el tiempo de su construcción sólo se podrían hacer casas de piedra en esta ciudad, y en ninguna otra parte de Rusia. Podéis imaginar lo que supuso este hito para la sociedad y economía rusa: San Petersburgo era la prioridad del país, y mucha gente vino a trabajar y vivir aquí. Era una ciudad planificada para ser la nueva capital de Rusia (lo consiguió en 1712) y la residencia de los zares, por lo que se contó con arquitectos italianos, franceses y alemanes de renombre como Rastrelli.

Fortaleza de San Pedro y San Pablo desde el paseo del palacio.

 

En una ciudad de tan grandes dimensiones, el movimiento obrero cobró gran importancia. Cuna de revoluciones, la Revolución de 1905 empezó aquí, después cambió su nombre a Petrogrado, y en 1917, se destituyó al zar en plena Revolución Rusa. Con la muerte de Lenin, pasó a llamarse Leningrado. Durante la II Guerra Mundial, Leningrado fue sitiada por los nazis (la gente cultivaba sus cosechas en los jardines) y más de un millón de personas murieron aquí, por lo que se le concedió el título de “Ciudad heroica”. No sería hasta 1991 y la caída de la URSS cuando volvió a ostentar su nombre original de San Petersburgo.

Actualmente, San Petersburgo o Píter, como es conocida por sus habitantes, es la segunda ciudad más grande de Rusia (por detrás de Moscú), y se la considera la ciudad más occidentalizada y abierta de Rusia. Es, sin duda, una ciudad que merece varios días por su extenso patrimonio artístico, y su ambiente en general para visitarla con tiempo y relajadamente. Nosotros sólo pudimos dedicarle un día y medio a esta ciudad, así que hay muchos sitios que no pude ver y por ello, ¡debería volver!

Cartel de bienvenida a Sankt Peterburg

 

Veníamos de Riga (Letonia), donde habíamos hecho escala la noche anterior. Llegamos en nuestro avión de hélices de AirBaltic muy temprano al Aeropuerto de Pulkovo, donde lo primero que nos llamó la atención fueron los gritos de los agentes de aduana para que formásemos filas (parecía que estábamos en la mili), y el posterior repaso extremo a nuestras caras. La primera impresión fue “hostia, qué mal rollo”, pero el mismo agente de aduana al ver “España” en mi pasaporte ya me dijo un par de palabras, y al contestarle en ruso, le cambió la cara a un poco más amable.

Desde el aeropuerto cogimos un minibús hasta Moskovskaya Ploschad (esta plaza está en la parte sur de San Petersburgo y es un nudo de buses, marshrutkas [furgonetas que transportan gente cuando se llenan] y metros), y desde ahí bajamos al metro para ir desde la estaciòn Moskovskaya hasta Admiralteyskaya, justo en el centro, la más próxima a donde teníamos nuestro hotel (que estaba al inicio de Nevski Prospekt, la principal avenida de la ciudad). 

Lo primero que vimos: ancianas vendiendo sus cosechas y flores en las entradas al metro, largas colas para comprar las monedas de acceso al metro, y los estupendos mosaicos y decoración comunista y a la vez lujosa de éste, una maravilla. Por cierto, Admiralteyskaya tiene una profundidad tremenda (86 m), las escaleras eran las más verticales que he visto.

Mosaico en Admiralteyskaya

Dejamos las maletas en el hotel, y como era muy temprano para entrar a la habitación nos fuimos a ver lo que nos pillaba más cerca, y no era otra cosa que el impresionante Palacio de Invierno.

Este palacio, de asombrante y lujosa fachada verde y blanca, construido por el italiano Rastrelli en un asombroso barroco ruso, fue la residencia de los zares desde mitad de siglo XVIII (con la fundación de la ciudad) hasta la Revolución Rusa que los depuso en 1917.

Icono de la historia y revoluciones rusas, fue el lugar del conocido “Domingo sangriento” de 1905 (manifestación popular en contra de la guerra ruso-japonesa que fue brutalmente reprimida por el zar Nicolás II). Esto provocó huelgas y motines que motivarían la creación de la primera Duma (asamblea), en 1917 fue asaltado por los bolcheviques, y posteriormente, fue la sede del Gobierno Provisional de Kerensky. Actualmente, es sede del Hermitage, uno de los museos más famosos del mundo.

El museo del Hermitage es imprescindible en la visita a San Petersburgo. Se trata de una colección privada que fueron adquiriendo los zares (sobre todo Catalina La Grande), incluye pintura holandesa y flamenca (Rubens, Rembrandt, Van Dyck), obras de Leonardo Da Vinci, Tiziano, Monet, Van Gogh, Matisse, Gauguin, así como arte prehistórico y de otras áreas del mundo como tablillas mesopotámicas, arte bizantino, arte islámico… un sinfín de piezas que se tardarían días en recorrer.

Puerta del palacio
Palacio de Invierno

 

La Plaza del Palacio es donde sucedieron estas manifestaciones y asaltos. Es muy grande, y está rodeada por otros edificios de estilo neoclásico, construidos posteriormente, como el Edificio del Estado Mayor, que contiene un arco del triunfo, y en medio de ella se encuentra la columna de Alejandro, llamada así porque fue el zar Alejandro I quien la mandó construir (1834) para conmemorar la victoria rusa sobre Napoleón. Tiene 47,5 metros y es la más alta del mundo.

Esta parte de la ciudad es la más turística, y hay carrozas de caballos para pasear, furgonetas que venden comida, puestos de souvenirs, puestos de excursiones… Era la primera vez que pisábamos suelo ruso y estaba asombrado por los precios. Un bombón helado comprado en esa plaza valía sobre unos 0,80€, así que podéis imaginar… en este viaje me hinché.

Columna de Alejandro y Catedral de St. Isaac desde el Hermitage
Carrozas y princesas

 

Después de comer frente al Palacio un par de bollos rellenos de patata, fuimos al hotel y tras reponernos brevemente, empezamos a recorrer la ciudad. Volvimos a coger el metro en Admiralteyskaya para bajarnos en Vladimirskaya, un barrio de artesanos y obreros en el corazón de San Petersburgo. Aquí, nada más salir vi un puesto callejero de libros (algo muy común en Rusia) y comprobé cómo en los Atlas sí que se reconoce a Abjasia u Osetia del Norte como países (al contrario que aquí), y en su defecto, no se reconoce a Kosovo. Temas geopolíticos que me resultaban muy interesantes. Después de este dato trivial, teníamos a nuestra derecha la Iglesia de Vladimir.

La Iglesia de Vladimir es una de las más antiguas de la ciudad, construida con cinco cúpulas a finales de siglo XVIII en estilo barroco – neoclásico, atribuida a Trezzini.

Adornos en el metro de St Petersburgo
Mosaicos en el metro, Vladimirskaya
Iglesia de Vladimir

 

Es una pena que estuviera en obras

 

Es necesario cubrirse con pañuelo para las mujeres, pero en la entrada hay un montón para coger y luego dejar, no es necesario comprar nada. Fue una pena que estuviera en obras. Desde aquí fuimos paseando por las calles y contemplando los bellos edificios gloriosos en el pasado y decadentes en la actualidad, que eran una maravilla. Llegamos hasta la Nevski Prospekt, la gran avenida de bellos edificios que llegaba hasta la otra punta de la ciudad donde estaba el palacio y donde teníamos el hotel. Tras gastar bastante dinero en matriuskas, nos dirigimos hacia la Plaza Vosstaniya.

Avenida Vladimirskaya

 

Edificios en St Petersburgo

 

Edificios en St Petersburgo

 

Edificios en St Petersburgo

 

Tenía muchas ganas de ver la Vosstaniya Ploschad, la Plaza del Alzamiento, con el letrero de “Leningrado, ciudad heroica” que tiene el edificio principal arriba (el hotel Oktyabrskaya), y que tantas veces había visto en fotografías. Esa postal, con el obelisco coronado con la estrella, era una bella imagen de lo que había sido el comunismo para esta ciudad. También en esta plaza está la Moskovsky Vokzal, o Estación de Moscú (las estaciones se nombran de acuerdo a su destino: de esta manera, en Moscú también está la Leningradsky Vokzal), donde cogeríamos en un par de días nuestro tren a Moscú.

Plaza Vosstaniya y Hotel Leningrad

 

Plaza Vosstaniya y Estación de Moscú, en St Petersburgo.

 

Paseamos por toda la avenida Nevski, viendo las fachadas de sus edificios, hasta llegar al canal de Griboedov, donde pudimos ver la primera imagen de uno de los símbolos de la ciudad: la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada. Esta imagen creo que fue de mis preferidas de San Petersburgo, por la mezcla entre canales, barcos, edificios, multitud de cables colgando, la iglesia al fondo, estando al lado de imponentes edificios como la Casa Zingers y el recuerdo de ver a una ciudad tan animada por un frío verano.

Desde el puente de pr. Nevski sobre Griboev, vista de la Catedral de la Sangre Derramada
Dom Zingera

 

Retrocedimos por la misma avenida, pero diferente acera, para ver el Gostinyy Dvor (uno de los primeros centros comerciales del mundo), merendar en un café (y resguardarnos de la lluvia, que había empezado a caer) hasta llegar al jardín de Catalina, donde hay una estatua de Catalina La Grande y detrás se encuentra el Teatro Alexandrinsky, el teatro ruso más antiguo de mediados de siglo XVIII. Fue proyectado por Carlos Rossi en estilo neoclásico, con seis columnas corintias y el carro de Apolo. Como curiosidad, justo aquí vimos a dos chicas besándose en un banco, sin causar menor alboroto.

Jardines de Catalina
Estatua de Catalina y Teatro de Alejandro

 

Desde aquí nos dirigimos hacia el norte, por Malaya Sadovaya, hasta la plaza Novo-Manezhnyy (donde vimos la celebración de una boda), y continuamos por Inzhenernaya, viendo el monumento a Pedro I y el Castillo de San Miguel, y más adelante, el Museo Etnográfico Ruso y el Museo Estatal Ruso, para llegar y ver, esta vez de cerca, la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada otra vez.

Monumento a Pedro I y Castillo de San Miguel
Museo etnográfico ruso

 

La Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada debe su nombre a que fue justo aquí donde asesinaron al zar Alejandro II en un atentado en 1881. Fue construida dos años más tarde, bajo el reinado de su hijo Alejandro III, en un ecléctico estilo ruso. Me encantó ver su fachada de ladrillo, tan profusamente adornada con mosaicos, escudos, esas cinco cúpulas tan típicamente rusas y diferentes todas entre sí, y la experiencia de estar nosotros solos allí, sin nadie de por medio, ya que estaba lloviendo. ¡Bendita lluvia! Y ahí apoyados en la barandilla sobre el canal, reflexionamos sobre la imagen de Rusia en el exterior… nosotros nos sentíamos como en casa. Las políticas están a otro nivel, somos todos humanos, somos amables con un buen trato, y hay tanto por descubrir… Me sentí bien de estar allí y pensar “estoy aquí y estoy bien”, “cuánta gente se pierde Rusia”, y pensar sobre el miedo y la adaptabilidad del ser humano.

Aquello era una delicia.

Estuvimos un buen rato bajo nuestro paraguas contemplando esta maravilla, hasta que por fin empezó a clarear
Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada

 

Cúpulas de la Iglesia de la Sangre Derramada

 

https://www.youtube.com/watch?v=w7DppT2-qjk&feature=youtu.be

Tras recorrer tranquilamente el canal, vimos la Catedral de Kazán (principios de siglo XIX), un sitio donde suelen ir los ciudadanos de picnic y a relajarse, y después nos fuimos a un McDonalds (precios baratísimos, ¡no paramos de comer!) y llevarnos la cena al hostel, ya que habíamos andado mucho y estábamos muy cansados. El hostel se llamaba “Central Hostel” y lo recomendaría por la excelente ubicación y el precio, aunque había muchos mosquitos (bien lo sabe Irene que me tiré matándolos hasta bien tarde).

Catedral de Kazán en St Petersburgo

 

Nuestro hotel en San Petersburgo

 

Al día siguiente, nos levantamos temprano, y tras tomar un café en un bar de Nevski Prospekt, cogimos nuestro metro Admiralteyskaya – Moskovskaya (ya os conté que era un nudo de comunicaciones). Nos dirigíamos a Pushkin, a ver Tsarkoye Selo, que os lo contaré en el próximo artículo. Mientras tanto, nos bajamos en esta plaza Moskovskaya y vimos la Casa de los Soviet de Leningrado, una mole de edificio tosco con símbolos comunistas, presidiendo una gran plaza con jardines.

Casa del Soviet de Leningrado, en Plaza Moskovskaya

 

Plaza Moskovskaya

 

A la vuelta de Pushkin, volvimos a esta plaza, que ya estaba llena de camiones. Ésta es la forma más típica de vender en Rusia: furgonetas que venden comida, furgonetas que venden libros, que ofrecen excursiones… Era la hora de comer y fuimos a un restaurante de la calle Tipanova a comer un menú barato. Estábamos en uno de los barrios menos turísticos de San Petersburgo, de edificios obreros, destartalados, con escaleras de hierro y gente haciendo su día a día. Aprovechamos para ir a la Iglesia de Chesma o de San Juan Bautista, que parece una tarta de fresa. Fue construida en 1780 en estilo neogótico, bajo mandato de Catalina La Grande, y se encuentra en este curioso lugar ya que fue justo aquí donde recibió la noticia de que Rusia había ganado a Turquía en la guerra sobre Crimea. Desde entonces, Crimea fue rusa hasta que Nikita Khruschev la dio a Ucrania en 1953.

Iglesia de Chesma
Iglesia de Chesma
Interior de la tarta de fresa

 

https://www.youtube.com/watch?v=3DtWsz-Zu4I&feature=youtu.be

Llamaba la atención que en medio de ese trazado ortogonal tan de suburbio, hubiera allí en medio una explanada vacía con una pequeña iglesia tan característica. Como se puede ver, el interior es muy pequeño y por dentro, no merece mucho la pena.

Volvimos a Moskovskaya para coger el metro dirección Avtovo, la cual es la estación de metro más bonita que he visto en toda Rusia: mármoles, colores dorados, mosaicos, lámparas de araña, columnas de cristal… estaba maravillado. Y mira que esta estación no es que se sitúe en el centro, qué va, está en un extrarradio. Esta estación data de 1955, cuando se inauguró el metro de San Petersburgo.

El St Petersburgo más profundo
El palacio del pueblo
¿Os imagináis esperar al metro aquí? Una PASADA

 

Después de volver de Peterhof en barco, éste nos dejó en el paseo del palacio. Nos dirigíamos a visitar, a última hora de la tarde y apurando al máximo nuestro tiempo, la parte de la ciudad que nos quedaba por ver. Aunque íbamos cansados, disfrutamos de un bonito paseo por la orilla del Río Neva, en un atardecer precioso, cruzando sus puentes y viendo sus bellos edificios. De lejos se veían los barcos, la dorada cúpula de San Isaac, y vimos también al norte la cúpula de la mezquita de San Petersburgo, que está decorada por artesanos de Uzbekistán.

Atardecer sobre St Petersburgo, desde el puente de Trotsky

 

Edificio de la Universidad cerca del Puente de Trotsky

 

Vista de St Petersburgo y la cúpula dorada de St Isaac

 

Mezquita de St Petersburgo

 

Una vez cruzado el río, entramos a la fortaleza de San Pedro y San Pablo, el origen de la ciudad de San Petersburgo, como he contado al principio. En esta isla fortificada hay jardines, puestos de helados, souvenirs, y en definitiva, es una zona de recreo. También se encuentra la catedral de San Pedro y San Pablo, donde están enterrados casi todos los zares desde Pedro I El Grande hasta el último zar Nicolás II. Acabada en 1733, posee una alta aguja dorada que la hace alcanzar los 123 metros de altura.

Monumento a Pedro El Grande

 

Liebres en la fortaleza de Petropavlovsk

 

Iglesia de San Pedro y San Pablo

 

Iglesia de San Pedro y San Pablo

 

En la parte este de la fortaleza se puede visitar el Crucero Aurora, que jugó un importante papel en la Revolución de Octubre; y en la parte norte está el Museo de Artillería, con tanques en su puerta principal. Nosotros íbamos ya bastante cansados, y se estaba haciendo de noche, así que seguimos andando por el paseo hasta llegar a la isla de Vasilev, donde había músicos tocando instrumentos y bonitas vistas del Palacio de Invierno. Desde aquí, cruzamos para ver el Almirantazgo, uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad. Fue en origen, astillero y después, sede de la Armada Rusa.

Museo de Artillería

 

El Almirantazgo

 

El Almirantazgo de noche

 

Después de cenar en un animado restaurante cerca de la Plaza de San Isaac, fuimos a ver la gran catedral de magnífica cúpula dorada; y de vuelta a nuestro hostel disfrutando de la animada escena nocturna de la avenida Nevski y los conciertos callejeros que hay en cada esquina. Me parecía muy bonito ver el carácter de los rusos, y constatar que también hay ambiente y marcha aquí, con bares y música, músicos en las calles, tráfico y luces. Rebosaba vida.

Catedral de San Isaac

 

Nevski Prospekt por la noche

 

Y al día siguiente, estando dentro de la Moskovsky Vokzal y dispuestos a coger nuestro Sapsan hasta Moscú, acababa nuestra estancia en esta magnífica ciudad, que tanto nos había gustado.

Advierto de que me dejé muchos sitios por ver, pero no teníamos más tiempo. Os anoto aquí algunos de ellos: Teatro Marinsky, Catedral de Smolny, Catedral de San Nicolás, barrio de Dostoievski, o ver con más detenimiento el Castillo de San Miguel, y pasear más por sus canales y barrios…

San Petersburgo merece más, así que debemos volver.

Moskovsky Vokzal, St. Petersburgo

 

Disyuntiva Inc

 

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