#ISLANDIA 3. A LO SALVAJE [Seydisfjordur – Hofn.]
213 km que nos sirven para adentramos en la parte más agreste de Islandia, el extremo este. Finalizamos el día con las vistas al glaciar de Hoffell.
Nos despertábamos en el Marina Guesthouse de Seydisfjordur, un albergue cutre (como te contaba en el anterior artículo, haciendo click aquí) y situado en una zona de desguace de barcos. Además, aunque Islandia es uno de los países más seguros del mundo, no nos había gustado la idea de estar completamente solos en aquel lugar tan apartado. Pero todo pasaba al abrir la ventana y descubrir cómo amanece el día: bajo una densa capa de nube permanente que cubre todo, y lo que puedes ver de las montañas que te rodean está plagado de pequeñas cascadas. Parecía como si la tierra fuera a explotar de tanta agua acumulada.
Con poco más de 600 habitantes y anclada en el extremo este, Seydisfjordur sirve como puerto de conexión con Noruega y las Islas Feroe. Se trata de un pueblo muy pequeño, pero con gran encanto. Me gustó recorrer sus calles y observar el tranquilo ritmo de vida islandés. La gente parecía muy tranquila. Observamos que la mayoría de gente compagina su trabajo y familia con sus labores en el campo, casi todo el mundo tiene un terreno donde cultivar o criar animales y una casa que mantener. Además, me llamó la atención el horario de los bancos: no abren más que a mediodía, ni por la mañana temprano ni por la tarde. También tuvimos la ocasión de ver el colegio del pueblo, y reflexionar sobre la educación islandesa. Nos llamó la atención que el parque del pueblo era el patio del colegio de los niños. O al menos estaban allí, con la profesora vigilando.
Desayunamos un chocolate caliente en el Hotel Aldan, en el centro del pueblo, y después estuvimos viendo la bonita iglesia celeste y otros edificios que íbamos descubriendo qué eran: la escuela de música, cafeterías, tiendas… ya que por fuera las casas son casi todas iguales.
Para seguir el camino e incorporarnos a la Ring Road hay que volver hasta Eggilstadir y desde allí seguir hacia el sur. El camino nos mostró las maravillas que no podíamos haber visto el día anterior, ya que era de noche. Sucesiones de incontables cascadas se alternaban con lugares donde había hielo y riachuelos. La carretera, montañosa, se adentró en la capa de nube y no dejaba ver más que unos escasos metros por delante.
Ya incorporados a la Ring Road dirección Hofn, nos adentrábamos en la parte donde todavía no está asfaltada la totalidad de la carretera. De hecho, llevamos durante un tramo bastante largo a una máquina delante de nosotros que iba asfaltando.
Esta parte del trayecto transcurre por el interior, atravesando valles y montañas, por lo que no vimos ningún pueblo. Éstos se encuentran situados a la orilla del mar, bajan de la carretera principal caminos de tierra hacia ellos. El paisaje en toda esta etapa es espectacular, y más observándolo sin tráfico, sin casas, sin nadie. Era como contemplar una tierra recién formada. La alfombra verde aquí parecía ser muy mullida y tener bastante profundidad. Mi hermano y yo arrancamos un trozo de musgo ¡y era muy largo!
Por fin veíamos la costa sur de Islandia, donde el Océano Atlántico bate con fuerza el escarpado relieve creando unas playas negras preciosas. La carretera recorre entre acantilados el reborde montañoso y el mar. Durante todo el litoral se pueden ver formaciones rocosas que han resistido la embestida del mar, testigos de su dureza.
Era pasado mediodía cuando llegamos a Hofn, y fuimos a comer porque teníamos mucha hambre (no habíamos visto nada durante el camino donde parar o comprar). Esta ciudad, con 2400 habitantes, es el núcleo principal para realizar excursiones a Jokulsarlon o al glaciar de Vatnajokull. El pueblo no tiene ningún atractivo, más que erigirse como el pueblo donde se crían los mejores crustáceos de Islandia, pero es una parada casi obligatoria técnicamente (se encuentra alejada tanto de Vík al oeste como de Eggilstadir al noreste). En el puerto de Hofn entramos a un local donde mi padre pidió una sopa de langosta. Era un pan redondo al que le habían quitado la miga, y en su interior estaba la sopa (más bien diría crema) de langosta.
Como el pueblo no tenía ningún atractivo turístico, fuimos a relajarnos en unas piscinas frente al glaciar de Hoffellsjokull. El glaciar de Vatnajokull, el más grande de Europa, se divide en diversos glaciares más pequeños según zona, siendo éste el más próximo a Hofn. Nos habían dicho que cerca de él había una casa de madera con piscinas cuya agua era calentada geotérmicamente. Así que allí fuimos, y fue una delicia que a pesar del frío, estuvimos bañándonos frente a la lengua de un glaciar de impresionante belleza. De hecho, el agua estaba tan caliente que había que salirse de vez en cuando para refrescarse.
Por la noche, fuimos a dar una vuelta por el puerto de Hofn. Comprobamos que es un puerto eminentemente industrial, con astilleros y numerosas fábricas de productos de pescado.
Aquella noche dormimos en el hostel-granja Hafnarnes, a las afueras de Hofn. Lo recomiendo altamente: está en las afueras pero tiene su parcela con caballos, la habitación es amplia y el personal muy amable.
Al día siguiente tocaría quizá una de las mejores experiencias de Islandia: Jokulsarlon. Léela aquí.