Visitar TRIESTE, enclave fronterizo y estratégico

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Trieste, meta de la Balkan Race, marca el sabor más mediterráneo de la aventura balcánica.

Trieste, ciudad fronteriza

Trieste, con más de 200.000 habitantes, es la capital de la región Friuli-Venezia Giulia. Esta ciudad ha sido muy importante históricamente, ya que domina todo el golfo de Trieste, la parte más norte del mar Adriático. Trieste ha sido siempre una frontera. Desde el siglo XVIII que fue un puerto franco, y la única salida al mar del Imperio Austríaco, hasta pasar a dominio italiano y ser un cuasi enclave dentro de territorio yugoslavo. Codiciado tanto por los eslovenos como por los italianos, tras la II Guerra Mundial y la caída de la Italia fascista, Trieste fue una ciudad-estado conocida como el Territorio Libre de Trieste, dividido en dos zonas de influencia controladas por las fuerzas británicas y estadounidenses, y yugoslavas. En 1954, la mayor parte de este territorio (incluida la ciudad de Trieste) se adhirió a Italia y una pequeña porción (área actual de Koper/Capodistria, Piran/Pirano, que hoy en día es el único acceso al mar de Eslovenia) a Yugoslavia.

Edificios en Trieste

 

Llegada y vuelta de Trieste

Trieste no es una ciudad que destaque por su turismo ni por su patrimonio. En realidad, elegimos a Trieste como meta de la Balkan Race porque desde aquí salía un vuelo de Ryanair muy barato a Valencia, y nos pillaba muy cerca de Eslovenia. De hecho, nos levantamos en Ljubljana, fuimos a Trieste en autobús y solo pasamos la mañana en esta ciudad antes de coger el avión, en el aeropuerto dei Ronchi (TRS), para lo que hay que coger el autobús 51 desde la estación de buses. El trayecto dura una hora aproximadamente, y suele salir uno cada media hora.

Quizá por lo más famoso que es Trieste es por la Bora, un viento que sopla norte-sur que puede alcanzar velocidades superiores a 100 km/hora. Es un corredor que se abre desde la Europa continental hasta el Adriático, pasando por los valles encajados entre los Alpes.

Destino final de la Balkan Race

 

Una mañana en Trieste

Llegamos a la estación de autobuses y tras dejar las mochilas en la consigna, comenzamos a andar por la avenida Corso Camillo Benso Conte di Cavour, donde enseguida llegamos al canal de Trieste, con una bella postal de los barcos y la iglesia de San Antonio Taumatugo. Por fin veíamos el mar, después de pasar por tantos países interiores.

Canal de Trieste

 

Trieste me dio el aspecto de ser una ciudad tranquila. Justo enfrente de esta iglesia había un pequeño mercado local, donde alguna gente compraba tranquilamente. Justo al lado se encuentra la iglesia ortodoxa, recuerdo de la influencia eslava. Desde aquí nos dirigimos callejeando por la zona baja de la ciudad hasta la quizá más conocida postal de Trieste: la Plaza de la Unidad de Italia. En esta zona se puede ver cierta influencia austrohúngara, más palaciega. Vimos la Plaza de la Bolsa, con la estatua de Neptuno frente a ella, y la misma Piazza Unità d’Italia, que es la plaza marítima más grande de Europa. Los edificios que rodean esta zona son de estilo neoclásico y eclécticos, barrocos, art nouveau…

Estatua de Neptuno
Bolsa de Trieste
Plaza de la Unidad
Piazza della Unitá

 

Desde aquí continuamos hacia el sur para adentrarnos en la ciudad vieja, con callejuelas muy estrechas y empinadas. Entre estas calles destaca el Arco di Riccardo, una de las entradas a la ciudad romana, del año 33. Está en la Piazzetta Barbacan. Seguimos subiendo hasta el Monte de San Giusto, donde está el castillo y desde donde se puede observar una panorámica de la ciudad. La Catedral de San Giusto Martire corona la cima.

Arco di Riccardo
San Giusto
Castillo de Trieste

 

Por último, fuimos descendiendo por la ladera norte (vía Capitolina) hasta ver el Teatro Romano, y nos fuimos a tomar un aperitivo por la Via Giosue Carducci, eje de la ciudad, donde sí había mucho tráfico y mucho movimiento.

Trieste

 

En resumen, Trieste me pareció un buen fin a la aventura balcánica, ya que representaba una ciudad portuaria, con la llegada al mar después de tantos días; también con un sabor italiano que era como estar, en cierta medida, en casa. Heladerías, Nutella, arcos y ventanas tan venecianas, cierto caos plagado de ruinas… me pareció un buen final. Aunque la verdad sea dicha, no haría un viaje expresamente a Trieste.

¿Qué pensáis vosotros? ¿Preparados para la próxima aventura?

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