Visitar la GRAN MURALLA CHINA [Etapa 8 Transiberiano]
Tras atravesar Siberia y Mongolia, la gran China se abre paso en nuestro camino.
El Transmongoliano: de Ulán Bator a Pekín
Tras pasar tres días en Mongolia, llegaba la hora de coger el tren Transmongoliano rumbo a Pekín. El trayecto duró desde las 8.30 horas de la mañana que salimos de Ulán Bator hasta las 11.20 del día siguiente, lo que hace unas 27 horas. El desierto del Gobi se abre paso por el camino mongol, haciendo paradas en pueblos como Choir o SainShand, donde lo único que hay es la estación de tren. A medianoche llegamos a la frontera de Zamin Uud, donde el tren se detiene durante un par de horas para cambiar las ruedas y adaptarlas a la vía china. No te dejan bajar del tren, y lo levantan entero (puedes ver por la ventana los trabajadores chinos y el tren levantado). Impresiona.
Nos despertamos con la sorpresa de que el paisaje ha cambiado drásticamente: el desierto se ha transformado en campos de cultivo irrigados por ríos, en un territorio bastante accidentado. Esta es la señal que nos indica que hemos llegado a China. En efecto, el contraste es brutal: de la escasa ocupación del terreno en Mongolia, con nulos campos de cultivo y una extensa planicie pasamos a un terreno que se encuentra intensamente en cultivo, irrigado mediante ríos y presas, con montañas y gargantas, y frecuentes asentamientos humanos que reflejan su elevada población. Debo reconocer que el paisaje chino me recordaba bastante a las huertas murcianas.
La llegada a Pekín
Se acerca la hora de la llegada y empezamos a ver moles de edificios. Pekín se abre paso como una jungla de cemento caótica, máxime cuando llegamos a la estación de tren con tantos letreros, carteles informativos, publicidad, luces, altavoces, gente de un lado para otro, música, colas para todo…
CONSEJO: Si llegáis en tren a Pekín, cuidado con los taxistas. La gente se divide entre la que está desorientada y la que se agolpa en la sombra para que no les dé el sol, formando un agobio impresionante. Hay colas para todo: para comprar, para comprar tickets, para esperar el taxi… En la cola del taxi, cuando llega tu turno hay un hombre que va organizando a los pasajeros en los taxis. Piden un precio astronómico. Así que regatead al máximo. A nosotros nos pidieron una barbaridad, y al final lo sacamos en un tercio de lo que nos pidieron al principio. Y aun así, fue un robo. Pero si no les convence, ni te hacen caso y pasan al siguiente de la cola. Ves cómo se ponen a hablar el que organiza y el taxista para ver si les parece bien la idea o no. Posteriormente, desde el hotel contratamos un taxi por adelantado para ir al aeropuerto a un precio razonable.
Nuestro hotel era el Jade, situado muy cerca de la ciudad prohibida, entre el canal este (Tongzi) y la avenida Beiheyan, cercano a la calle Dengshikou. Lo recomiendo por el precio (bastante barato para ser Pekín) y la zona (muy céntrica).
Algunas impresiones de China y Pekín
- Internet en China: difícil mantener la rutina. WhatsApp sí iba perfectamente, pero no Facebook. Además, bastantes páginas no estaban disponibles.
- Los chinos escupen constantemente. Y con un sonido bastante fuerte. De hecho, incluso en el avión de vuelta iban escupiendo.
- China es muy barata para comer, pero lo que son productos para turistas los cobran bien de precio.
- Regatea siempre en las tiendas.
- Les encanta el picante. Me comí unas gambas con salsa de verduras y cacahuete que estaba llorando de lo que picaban. En general, vi muy buena gastronomía y bastante diferente a la que suele haber en los restaurantes chinos de por aquí. Hay muchísima más variedad. Y rebozados. Carnes rebozadas, pescados rebozados, frutas rebozadas…
- En China hay colas para todo. Y contrasta que frente al orden de las colas y las esperas, y las órdenes de los agentes de tráfico, en cuanto dejan la “vía libre”, es un descontrol absoluto, carente de lógica en muchos casos. Ves que sales de una aglomeración y se ponen en la entrada o salida de los sitios a pararse y a beber agua, taponando todo.
- Huyen del sol pero de forma exagerada. Ellos buscan estar blancos y estar moreno es algo como de bajeza social. Ya no es que vayan casi tapados entre gafas de sol inmensas, sombreros, con cremas faciales… es que las sombras son muy codiciadas y están apelotonados justo en la línea de sombra para que no les dé el sol.
- En Pekín hay que pagar por todo. Todos los monumentos hay que pagar para acceder a ellos, incluso a parques.
- Las distancias son muy grandes. Entre una parada de metro y otra hay que andar bastante, y suele estar lleno de gente.
La Gran Muralla China
En este artículo te cuento nuestros días en Pekín, con una selección de cosas que ver. Además de estar en la capital china, no podíamos irnos de este país sin visitar su principal atractivo: la Gran Muralla China. Esta fue construida entre el siglo V a.C. y el siglo XVI, por lo que los chinos estuvieron más de mil años defendiéndose de los invasores del norte, los mongoles. Cuenta con más de 7000 kilómetros de largo, desde el extremo oriental donde la muralla llega al mar (Shanhaiguan), hasta alcanzar el desierto del Gobi (Jiayuguan). Esta enorme serpiente almenada difiere en su composición material: hay sectores de caliza, otros que son prácticamente barro cocido; también hay tramos en los que los lugareños han ido colectando las rocas para construir sus viviendas… la erosión, el paso del tiempo y la utilización de materiales para otros fines han hecho que en algunas partes se encuentre muy deteriorada.
Hay varios sitios para visitar la Gran Muralla. El más conocido de todos es Badaling y también es el que está más masificado. Dicen que es muy agobiante, a pesar de ser bastante ancho. Mutianyu es la otra opción cercana a Pekín. Está menos masificada que Badaling, y tiene mayores desniveles que esta. Además, la muralla discurre entre bosques con unas vistas muy bonitas. Hay muchos más tramos para visitar. Os recomiendo que visitéis www.saporedicina.com donde os explican al detalle las características de cada tramo.
Nosotros elegimos visitar Mutianyu, ya que queríamos evitar aglomeraciones pero no podíamos perder demasiado tiempo (y dinero) en ir a zonas más lejanas. Además vi fotos de Mutianyu y ver la muralla ascender por las montañas era la postal que quería.
Excursión a Mutianyu
Para llegar hasta Mutianyu contratamos una excursión con China Highlights, que fue la que vi mejor de precio. Por 25 $ nos recogieron del hotel en un minibús, y nos llevaron primero a las tumbas Ming, donde se enterraban a estos emperadores. Allí estaba la tumba de Dingling, la única que ha sido excavada. Esta parte la verdad es que no me llamaba mucho la atención, pero iba incluida y había que visitarla. Era un recinto amurallado donde se descendían 27 metros bajo tierra, en unas salas frías y muy sobrias, con rocas y tumbas.
Después nos llevaron a visitar una fábrica de jade, un material precioso por el que China es muy famosa. Fue interesante ver a los trabajadores tallando aquellas piedras verdes, aunque después nos dejaron un buen rato para ver la tienda y esperar que compráramos algo (precios altísimos). Seguidamente nos llevaron a un restaurante para disfrutar de un almuerzo chino. Allí estábamos todos los del minibús, en una mesa cuyo círculo interior iba girando para poder probar de todos los platos. Aunque nos dejaron muy poco tiempo, comimos muy deprisa.
Y por último, llegamos a Mutianyu. Es una zona montañosa, y existe la posibilidad de subir por sus largas escaleras hasta llegar a la muralla, y ascender en teleférico entre los bosques, y ya caminar por las cuestas de la muralla. El teleférico no está incluido en el precio de la excursión, pero tomamos este medio para estar más tiempo andando por allá arriba. Y una vez que llegas a lo alto de la montaña y a la muralla, ¡prepárate para andar! Hay un montón de cuestas y escalones que van adaptándose a la orografía del terreno.
Las vistas son muy bonitas. A lo lejos se veían los rascacielos de Pekín, y a un lado un amplio valle, y al otro, terreno “salvaje”, al norte, por el que creías que llegaban los mongoles dispuestos a arrasar con todo. Llevaos agua, porque la necesitaréis de tanto andar, y allí se aprovechan para poner los precios muy caros. En el interior de las torres no hay nada, son sitios con sombra donde las familias chinas aprovechan para comer lo que han traído en sus mochilas. Estuvimos un buen rato andando para un lado y para otro… me gustó la experiencia de estar en una considerada maravilla del mundo, y de las vistas del paisaje ya que la vegetación era muy abundante. Sin embargo, me fui con una sensación de decepción. No sé explicarla. Era una muralla grande y larga. Pero me esperaba más.
De vuelta a Pekín nos llevaron a la última parada de la excursión: una ceremonia del té china. Esto sí me gustó bastante, ya que nos pusieron en una salita con una mujer que iba haciendo todos los tés posibles, y nos los daba a probar. Algunos fríos, otros muy calientes, picantes, amargos…
Sobre las 6 de la tarde ya estábamos en Pekín para seguir viendo la ciudad.