La magia del Mosela-Rhin: COCHEM, ELTZ y LORELEY

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Un cuento de castillos, pueblos, ríos… en un ambiente idílico otoñal

En el oeste de Alemania se encuentra uno de los rincones con más magia de toda Europa: el valle del Mosela y su confluencia con el Rhin, un espacio muy transitado desde antaño y repleto de castillos defensivos. El Mosela es un río que desde Francia y Luxemburgo, penetra en Alemania formando un idílico valle. En todo este espacio se suceden los viñedos, que gozan de fama internacional y muy prestigiosa, por la elaboración de su vino blanco. Además, un entorno pausado, como alejado de lo industrial alemán, de lo masificado, y que parece estar sujeto a una vida de pueblo, de bienestar, ante unos paisajes sublimes. En esta parte, visité el bellísimo pueblo de Cochem y el castillo de Eltz; aunque hay otros pueblos muy bonitos como Beilstein, antes de llegar al punto final del Mosela en Coblenza.

Eltz
Pueblos del Mosela
Mosela
Cochem
Eltz

 

Por su parte, el Rhin es uno de los principales ríos europeos y la ruta fluvial con mayor tránsito. Desde Suiza surca el centro de Europa, discurriendo por el corazón industrial alemán hasta llegar a los Países Bajos y desembocar en el gran puerto de Rotterdam. Desde el principio de la civilización fue utilizado como ruta comercial, algo que sigue en la actualidad: contemplando el río unos pocos minutos pasarán varios barcos larguísimos llenos de mercancías, graneles líquidos o gaseosos. El Rhin es un área algo gris, muy industrializada y muy poblada, pero que también guarda algunos rincones muy bellos, como los castillos que se agrupan entre Mainz y Coblenza. Aquí visité Loreley y los castillos de Maus y Katz, aunque hay más, aparte de pueblos con encanto como Marksburg.

Cochem
Cochem
Cochem
Valle del Rhin
Castillo de Katz

 

ELTZ

Nuestra primera parada era el castillo de Eltz. Fuimos bien temprano para evitar la masificación y para verlo todavía con algo de niebla, muy característica de este lugar con un aspecto de cuento, casi encantado. Eltz se encuentra en mitad del bosque, y es un castillo aislado que no está al lado de ningún pueblo. Este carácter de “castillo escondido” ha hecho que sea uno de los pocos castillos que nunca haya sido destruido. Se construyó en el siglo XII en un estilo románico, posteriormente añadidas partes en barroco, y su construcción se basó en numerosas torres conjuntas, en las que habitaban tres ramas de una misma familia. Actualmente, sigue siendo propiedad de los descendientes de esta familia y está abierto al público para su visita.

Castillo de Eltz
Castillo de Eltz
Castillo de Eltz
Castillo de Eltz
Castillo de Eltz

 

Habiendo pasado antes por Münstermaifeld, llegamos al aparcamiento del castillo de Eltz discurriendo por carreteras típicas de un paisaje otoñal. El aparcamiento ya cuesta dinero, creo recordar que unos 2 €. Aquí hay una pequeña capilla en honor a San Antonio. Justo al lado de ella está la parada de un minibús que te lleva por una carretera hasta el castillo de Eltz, y este vale otros 4 €. Nosotros optamos por ir andando, por un sendero que va entre el bosque y, aunque es un poco más largo (tardaríamos unos 25 minutos) ya que da alguna vuelta, nos encantó pisar las hojas caídas, y de repente descubrir el castillo imponente a lo lejos. A la vuelta sí que tomamos el bus, ya que era cuesta arriba. El castillo creo recordar que valía en torno a 15 €. Aunque solo sea verlo por fuera, totalmente recomendado, ¡es precioso!

Münstermaifeld
Capilla de San Antonio, Eltz
Camino al castillo de Eltz
Castillo de Eltz
Castillo de Eltz

 

COCHEM

El pueblo de Cochem es uno de los más bonitos que he visto en mi vida, y con eso lo digo todo. Al pie del Mosela, se encuentra bajo la sombra del imponente castillo conocido como Reichsburg y ofrece una postal inmejorable. Cochem se originó como la Villa Cuchema en el siglo IX, y fue uno de los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico. Su castillo data de 1051, y fue la sede del Palatino Condes, la residencia imperial de la dinastía Hohenstaufen. Posteriormente fue parte del Electorado de Trier y sus arzobispos. En el siglo XVIII fue ocupado por Francia, bajo el mando de Luis XIV; y tras el Congreso de Viena de 1815 fue adjudicado a Prusia, que posteriormente se transformaría en Alemania. Durante la II Guerra Mundial fue severamente dañado, y en sus inmediaciones se encontraba un campo de concentración.

Cochem
Cochem
Cochem
Cochem
Cochem

 

Hoy Cochem apenas tiene unos 6000 habitantes, pero es el punto más destacado del valle del Mosela, el centro del turismo y el que cuenta con mejores servicios para explorar la región. Lo que primero hicimos fue intentar obtener buenas panorámicas. Comenzamos desde la carretera 259, donde se podía ver el estrecho valle lleno de parcelas de viñedos y el río en esta gélida mañana de otoño, y también la figura del castillo sobre el pueblo de Cochem. Después bajamos hasta el mismo río, siguiendo por esa carretera cuando se llega al pueblo, y cruzamos a la otra parte hasta donde hay una colina llena de viñedos. Nos metimos por un camino entre ellos hasta una especie de miradores de madera que hay, Aussichtspunkt auf Cochem, desde donde se ve también el castillo desde otra perspectiva.

Cochem desde la carretera 259
Valle del Mosela desde la carretera 259, Cochem
Cochem desde el río Mosela
Aussichtspunkt auf Cochem
Cochem

 

Posteriormente, aparcamos en Bergstraße, una calle más empinada casi a las afueras, pero donde había algo de aparcamiento (porque estaba imposible). Desde aquí andamos y llegamos al puente de Skagerrak, desde donde están las mejores vistas de Cochem, para mi gusto. Contemplar el pueblo con su castillo arriba, desde mitad de un río era sublime. También se ven otros iconos como la torre de la iglesia de San Martín de Cochem, además de las casitas y todos los grandes barcos que llegaban (tanto de mercancías como de pasajeros, un paseo en barco por el Mosela puede ser muy buena opción). Aquí me quedé bastante tiempo mirando el paisaje absorto.

Cochem
Cochem
Cochem
Cochem
Cochem

 

Cruzando el puente, ya se entra en pleno Cochem. El casco antiguo está compuesto de pequeñas calles de edificios y casas con entramados típicos alemanes, (en algunas de ellas se observaban hasta dónde habían llegado las avenidas e inundaciones del río), pequeñas plazas, muchas tiendas, y también algunos puntos interesantes que ver. El centro del pueblo es la Marktplatz, la plaza del mercado, donde se encuentra el Ayuntamiento en un estilo barroco y la fuente de San Martín.

Iglesia de San Martín de Cochem
Cochem
Iglesia de San Martín de Cochem
Marktplatz, Cochem
Marktplatz, Cochem

 

Desde aquí comenzamos la subida al castillo, por una calle empinada y empedrada repleta de tiendas de vino, hasta que llegamos a unos viñedos que servían como alfombra de la fortaleza. El castillo fue remodelado en el siglo XIX cuando adquirió su actual estilo neogótico. Contemplar el castillo desde tan cerca era una pasada, pero lo era aún más ver el pueblo desde aquí, apiñado en la orilla del río y envuelto en esa neblina otoñal. Además, pasaban grandísimos barcos que era asombrante pensar cómo se deslizaban por un valle tan estrecho.

Subida al castillo, Cochem
Cochem
Cochem
Cochem
Cochem

 

Por último, estuvimos andando por el paseo fluvial, Moselpromenade, donde hay un montón de bares con mucho ambiente y desde donde también hay unas vistas muy bonitas. En el resto del pueblo puedes visitar antiguos restos de la muralla (muy cerca del puente), así como un monasterio capuchino, o un molino de mostaza. Como te he contado antes, no te olvides de visitar Beilstein, un pueblo muy cercano al que no tuve tiempo de ir; o continuar hasta Coblenza, punto final del Mosela, donde estuve en 2011.

Moselpromenade, Cochem
Moselpromenade, Cochem
Moselpromenade, Cochem
Moselpromenade, Cochem

 

LORELEY y el RHIN

Cuando se llega al valle del Rhin, el paisaje comienza a transformarse. El río deja de estar tan “cuidado” y parece más bien un recurso que utilizar, con ferrrocarril a un lado, embarcaderos, dragados… que en general me dio un aspecto de mayor contaminación. En todo este entorno hay una serie de atractivos como pueblos con encanto como Marksburg, o numerosos castillos que componen la ruta romántica del Rhin. Entre ellos, siempre había querido visitar el de Loreley, puesto que ilustraba un gran atlas que tenía de pequeño. Mi sorpresa fue ver que no hay un “castillo de Loreley”, sino que Loreley es una roca que cuenta con una leyenda muy popular en el folclore alemán: una doncella que se peinaba con un peine de oro y hechizaba a los pescadores del río.

Viñedos en el valle del Rhin
El Rhin desde Wellmich
El Rhin en Wellmich
Castillo de Katz
Sankt Goar

 

Más adelante se encuentra el pueblo de Wellmich, donde está el castillo de Maus, y este sí que me pareció que se refería a un castillo encantado. El castillo data del siglo XIV y era la residencia más utilizada por el arzobispo de Trier. En un territorio tan fragmentado políticamente, el Sacro Imperio Romano Germánico, diversos condes rivalizaban entre ellos construyendo sus castillos. A este se le llamó popularmente “Maus” que significaba “ratón”, que iba a ser devorado por el “gato”, el castillo Katz, que te contaré más adelante. Es un material negruzco y con una torre del homenaje muy chula, que evoca ciertamente al romanticismo, y actualmente parece ser un centro de avistamiento de aves. El pueblo en sí es poca cosa, más allá de la iglesia de San Martín, del siglo XIV, casas en estilo alemán y el bonito paseo junto al Rhin.

Wellmich
Wellmich
Castillo de Maus, Wellmich
Castillo de Maus, Wellmich
Castillo de Maus, Wellmich

 

Más adelante está el castillo de Katz, el del gato. Fue construido en el 1371, y dañado por las tropas napoleónicas en el siglo XIX. Es de propiedad privada y no se puede visitar, pero sí acercarse hasta él y ver el paisaje. Subimos por una carretera hasta Dreiburgenblick, un mirador desde una zona urbanizada en lo alto de la montaña. De aspecto muy similar, algo más grisáceo y no tan negro, se encuentra en una colina boscosa sobre el pueblo de Sankt Goarshausen. Todo en este pueblo gira en torno a Loreley, vimos excursiones se hacían hasta manantiales y las rocas cercanas, donde explicaban las leyendas.

Castillo de Katz, Sankt Goarshausen
Castillo de Katz, Sankt Goarshausen
Sankt Goarshausen
Sankt Goarshausen
Sankt Goarshausen

 

El pueblo de Sankt Goarshausen es muy bonito y cuidado, con un parque jardín muy grande, su iglesia evangélica y diversos restaurantes en su paseo fluvial. Al otro lado del río se encuentra el pueblo gemelo de Sankt Goar, y numerosos ferrys van de un lado a otro cada poco tiempo, incluyendo el transporte de vehículos. Protegiendo Sankt Goar se encuentra el castillo de Rheinfels, el que fuera el castillo más grande del valle del Rhin y construido en el siglo XIII. Ahora está en ruinas, y parte de su perímetro alberga un hotel con balneario.

Sankt Goar, Loreley
Castillo de Rheinfels, Sankt Goar
Sankt Goar, Loreley
Castillo de Rheinfels, Sankt Goar

 

Por último, en nuestro recorrido hacia Frankfurt, paramos brevemente en Mainz para cenar. Llamada antiguamente Maguncia en español, es la capital del Estado de Renania-Palatinado, todo este territorio que hemos visitado. Su origen es la fortaleza romana de Mogontiacum, de donde provino su nombre, una importante ciudad militar que fue la sede de la flota fluvial romana. Sobre todo, Mainz es conocida por ser el lugar donde Gutenberg inventó la imprenta, algo que se refleja en su plaza principal, la Gutenbergplatz; por sus construcciones en piedra arenisca, de color rojizo; y por haber sido duramente dañada durante la II Guerra Mundial. La ciudad tiene hoy tiene más de 215 000 habitantes y es una de las principales ciudades de Alemania. No es especialmente turística, y la verdad que no es que solo fuera por la noche cuando la visitamos, pero había poco ambiente y no me dio demasiada buena impresión. Lo más destacable es su catedral románica del siglo XI y su ópera-teatro.

Mainz
Mainz
Mainz
Mainz

 

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Vistas desde el castillo de Cochem

 

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