Recorriendo Hungría: SZEKESFEHERVAR, GYOR y KESZTHELY
El país magiar ofrece pueblos con importante historia. Te ofrecemos algunas excursiones que realizar desde Budapest
Hungría suele polarizar todo su turismo en Budapest, que verdaderamente es una auténtica joya y una de las ciudades más bonitas de Europa. Pero hay más por descubrir en Hungría: no hay grandes ciudades, sino pueblos o pequeñas ciudades que se pueden ver en unas pocas horas cada una de ellas, por lo que recorrer Hungría de pueblo en pueblo puede ser algo muy atractivo. Aquí verás interminables campos de girasoles y cultivos de la fértil llanura panónica, un terreno que es el hogar de los húngaros desde su llegada en el año 1000 y por el que se extendió su área de influencia hasta las regiones de Voivodina, Eslovaquia o Transilvania.
La primera vez que visité Hungría fue en 2004, en una ruta en coche por Centroeuropa, aunque solo visitamos Budapest. En 2014 volví a pasar por esta ciudad como punto final de la ruta por Eslovaquia, yendo desde Kosice a Budapest en tren. En 2015, Celia y yo aprovechamos la visita a nuestra amiga Fani, que se encontraba de Erasmus en Gyor, para recorrer estos pueblos yendo en tren y autobús a todos ellos.
SZÉKESFEHÉRVÁR
Situada a tan solo 65 km de Budapest, esta ciudad de 100.000 habitantes presume de ser indispensable en la historia húngara. Para llegar a ella cogimos un tren desde la estación Deli de Budapest, que tarda 1 hora y 20 minutos. Nota: si vas a comprar el billete en las máquinas, al seleccionar Székesfehérvár tienes que ponerlo con tilde en la SZÉ. Si pones solo SZE, no lo acepta. Que estuvimos un buen rato intentando.
El nombre de Székesfehérvár significa “Castillo blanco”, y su renombrada importancia radica en que fue este el lugar de coronación de 37 reyes húngaros y de entierro de otros 15, desde la llegada de los húngaros en el año 1000 hasta que los otomanos tomaron Hungría en el siglo XVI. También se guardaban aquí las joyas y la santa corona húngara.
La basílica de Székesfehérvár era el lugar donde se hacía todo esto, fue erigida en el 1010, nada más llegar los húngaros a estas tierras de Panonia. Tenía una capacidad de 9.000 personas y era de las más grandes de Europa. Prácticamente podía acoger a toda la población, que era de 10.000. Fue destruida por los turcos en el siglo XVI cuando estos tomaron Hungría. La sede de coronación, entierro y custodia de las joyas pasó a Bratislava.
Székesfehérvár es una ciudad pequeñita y que se puede ver en unas horas. La arteria principal de la ciudad es la calle Fó, que después se nombra Kossuth. El centro es la plaza Varoshaz ter, donde está la estatua de piedra del Orszagalma, el orbe utilizado en las coronaciones, y la plaza está presidida por el Palacio Episcopal, del siglo XIX.
Calle arriba y calle abajo pasarás por las ruinas de donde estaba la basílica antigua, y otras iglesias que encontrarás más modernas, como la Iglesia de San Juan de la Asunción, del siglo XVIII; otras ruinas de iglesias del siglo XV, o varias estatuas callejeras.
Otro de los puntos bonitos de la ciudad es visitar el Reloj de Jeno Kovacs, maestro relojero de Székesfehérvár, donde hay un museo de relojes. También puedes visitar Bory Var, un castillo de 1964 que se sitúa en las afueras de la ciudad.
GYÓR
Gyor se encuentra a mitad de camino entre Viena y Budapest y a muy poca distancia de Bratislava. Su historia se remonta a un asentamiento celta llamado Arrabona, del cual deriva su nombre en alemán Raab. Después fue ocupada por romanos y eslavos hasta la llegada de los húngaros. Con la invasión otomana, fue destruida por los mismos húngaros como tierra quemada ante el avance turco. Posteriormente fue reconstruida y refortificada, y actualmente cuenta con 130.000 habitantes y es la principal región industrial de Hungría. Sobresalen la industria siderúrgica y la fabricación de automóviles.
Al ser una ciudad reconstruida, Gyor destaca por su patrimonio barroco. El centro de la ciudad es la plaza Szechenyi Ter, donde está la columna de la Santísima Virgen y la Iglesia de San Ignacio. Desde aquí parten muchas calles peatonales que forman pequeñas plazas con cafeterías y terrazas donde tomar algún pastel. La principal de ellas es la calle Baross Gabor.
En la colina del Castillo puedes ver ruinas de basílicas anteriores, así como el Palacio de los Obispos y la actual Basílica de Gyor, del siglo XV.
Por último, destacar el Ayuntamiento de Gyor, situado en la plaza Varoshaza, de finales del siglo XIX en neobarroco. Contemplarlo de noche es muy bonito.
En los alrededores de Gyor puedes visitar la abadía de Pannonhalma a tan solo 20 km. Aquí encontrarás una biblioteca impresionante. También puedes ir a Komárno (Eslovaquia), un pequeño pueblo con una plaza muy bonita.
KESZTHELY
Keszthely es una ciudad pequeña de 20.000 habitantes, situada en el suroeste del Lago Balatón. A pesar de su tamaño, es una de las más importantes y antiguas del lago, como residencia de palacetes y balnearios a pie de orilla.
El lago Balaton es conocido como el Mar de Hungría y es uno de los lagos más grandes de Europa, de forma alargada con 79 km de largo y 14 de ancho. En el sur y este del Balatón es donde están las playas y los lugares más turísticos; en el norte y oeste es un terreno más accidentado con cultivos de vides y poblaciones históricas. Desde el siglo XIX es el principal destino de vacaciones de los húngaros. Los principales asentamientos son Tihany, una pequeña península muy turística por su historia; Siofok, centro de veraneo; y Balatonfured. En Keszthely se puede caminar por su paseo a orillas del lago y observar las aves y los palacetes que hay junto a él. Encontramos que muchos de ellos estaban en venta o que necesitaban una reforma.
El centro de Keszthely es la Calle Kossuth Lajos. En su plaza está la Iglesia gótica del siglo XIII y otros edificios del gobierno de la ciudad.
Quizá la mayor atracción de Keszthely sea el Palacio Festetics, barroco del siglo XVIII. Cuenta con 111 habitaciones y es uno de los palacios más grandes de Hungría. Sus jardines son muy amplios y muy bonitos, por los que pasear un buen rato.
En su fachada principal se abre un mirador a la ciudad, con unas vistas algo peculiares, en las que hay varios bloques de edificios que me inspiraron para escribir alguna historia en mi otro blog: www.elsenordellapiz.blogspot.com.es concretamente la de “Un monstruo como yo”.
Se me arruga la nariz, sólo recuerdo algunas cosas…
Silencio en la cena
Me acuerdo de querer irme a casa (ya había tenido bastante con aquel día tan extraño para mí), de querer quitarme esa ropa pordiosera a modo de disfraz que llevaba puesta (puesta no, amarrada, porque ninguna prenda era de mi talla), de querer comer lo que me apeteciera (sin tener que oír que no tenían de eso, o que tenía que esperar, o simplemente, de que se creyeran que esos platos realmente tenían alguna calidad), así que cené sin ninguna gana, dejando en ti todas las elecciones, los últimos trozos y cuanto quisieras.
Recuerdo el silencio en la cena, que me permitió fijarme en todos tus detalles. Normal. No estabas mal. Sí, eras bonita. Se podría decir que me gustabas. Bueno, quizá eras espectacular. Y extraordinaria. Eras única. (Y así con todo).
En caso de que no sepas
Y así con todo.
Eras única y no podía dejarte escapar. Así que te agarré el culo y tu ambigüedad me sugirió que te presionase para hacerte comprender que no podías rechazar la oferta de dormir en mi palacio.
– ¡¿En tu palacio?!
– Sí. En la habitación de mi palacio.
– ¿Tú eres, digo, perdóneme, usted es de la familia Keszthely?
– El heredero, en efecto.
– Disculpe, no entiendo nada. ¿Pero qué hace usted aquí?
– Probar la vida de la gente normal. Me aburro en el palacio. ¿Te apetece ir? Rápido, que tengo ganas de quitarme esta porquería y este olor. Sin ofender.
Aceptaste y allí te tuve, entrando a escondidas. Alcanzaste a tocar con tus pies descalzos las sábanas de mi cama, al igual que mis dedos alcanzaban tu espalda, cuando te dije “¿Echamos un polvo?”.
Prostitución emocional
Y mi éxtasis fue el saber que preferías que te contara una historia, así que, en silencio, te cogí de la mano, limpié tus zapatos, te los puse y salimos a la calle. “Ya sabes mi dirección para algún futuro presente”. No era aquello lo que esperabas.
Y así con todo.
Qué buena idea. Y no me importó oler mal, o llevar ropa fea, o rapiñar algo que llevarse a la boca a la una de la madrugada: estaba contigo.
Forzosamente, llega el mañana. Y no sabíamos si había sido un bello sueño o una mala pesadilla.
Pero te veo, al día siguiente. Descubrí que no me importaba disfrazarme todos los días. Empezaba a gustarme aquel tacto, aquel olor, aquellos modales (o falta de ellos), y por tanto, aquel silencio en las cenas, donde (aunque me costaba hacerme al gusto de aquellos “platos”) te observaba, y te pedía con la mirada que no cambiaras jamás.
La peligrosidad de los bucles de retroalimentación
Sin ir a más, sin ir a más, hasta que ya no se pueda más, hasta que no exista el bucle. Hasta descubrir que ni siquiera sabías cuál era la residencia de los Keszthely, porque yo no era uno de ellos.
– Escapa de mí. Encuentra el príncipe que creías haber encontrado en mí. Vete. Vive lejos de este monstruo.
Tu cara se aterrorizaba al escuchar estas palabras. Sí, al fin comprendías por qué te llamaban loca, por qué la gente se reía de ti: ese príncipe no existía. Creías haber encontrado un príncipe en un monstruo como yo: mentiroso, ladrón, bandido, un terrorista emocional.
Dirección: mirador de palacio
Lloré. Me rendí. Me habitué. No es aquello lo que esperaba (y así con todo), pero a ti no te podía mentir.
A ti no. Te subía al trono en mis sueños.
Tú conocías mi dirección, pero yo no la tuya. Investigué, corrí por toda la ciudad con los harapos que tanto odiaba, hasta que supe que vivías en un destartalado bloque, con feos toldos verdes, fachadas raídas de desperfectos y una maraña de hilos y demás materiales que era lo más bello que había visto nunca, porque tú estabas ahí dentro.
Con mis estafas, mis extorsiones y mi forma de ganarme la vida, compré un terreno frente a tu edificio. Vendí todos mis bienes y pude construir un bello palacio, con las mejores vistas del mundo. Dejé mi mala vida, y no me quedaba otra que limpiar zapatos, como una vez lo hice contigo.
Y ahora, que llegó el presente, me entretengo intentando adivinar cuál será tu balcón (porque nunca te he visto asomada a ninguno), cuál será tu dirección. Mientras tanto, te esperaré dando vueltas por este palacio, por si vienes, pero si no, no importa, porque seguro que te veré mañana.
(me repetía a mí mismo, para no desistir).