Qué ver en NOVOSIBIRSK, TOMSK y KRASNOYARSK [Etapa 4 Transiberiano]
Novosibirsk, la tercera ciudad más grande de Rusia y capital de Siberia. Tomsk, la ciudad universitaria y de casitas de madera. Krasnoyarsk, grande por el Yenisei y la Meseta Central Siberiana. Esto es Siberia.
En el anterior artículo nos adentramos en la zona más llana de Siberia, y tras visitar Tobolsk y Tyumen, cogíamos un largo tren hasta que llegamos a Novosibirsk.
NOVOSIBIRSK
Novosibirsk es la tercera ciudad más grande de Rusia, con más de 1.500.000 habitantes. Es la capital administrativa de toda Siberia, hasta el punto que ésta sería la capital si Siberia se independizara (hace años hubo manifestaciones en Novosibirsk al respecto, aunque con muy poco seguimiento).
Fundada en 1893 con el nombre de Novonikolayevsk (en honor al zar Nicolás II), era simplemente una aldea de trabajadores hasta que el Transiberiano decidió pasar por aquí y no por Tomsk, que está más al norte y sí que había sido el mayor centro cultural siberiano (hay pique entre estas dos ciudades). En 1926 cambió su nombre a Novosibirsk (la nueva ciudad de Siberia) acompañada de un gran crecimiento en gran parte gracias a la industria metalúrgica.
Efectivamente, en Novosibirsk hay muchas fábricas y el aspecto que tiene es de una inmensa ciudad de interminables bloques soviéticos que se encuentra atravesada por el Río Obi, uno de los más largos y caudalosos del mundo. Esperaba mucho más de Novosibirsk, o al menos, del Río Obi, y me encontré con un río contaminado, sin lugares para pasear y con poco que hacer en la ciudad.
Pero que no os desanimen estas líneas. Realmente estaba feliz de estar en Novosibirsk. A fin de cuentas era visitar ese gran punto que aparecía en mis atlas, donde vivían más de un millón de personas en medio de una región casi deshabitada y desconocida. Aunque estéticamente no hay nada que destacar, sí que me atraía la estampa de esas moles de ladrillo, ya que estaba en una ciudad puramente soviética planificada.
Qué ver en Novosibirsk
– La estación de tren: es la postal más famosa de la ciudad. Su color verde pastel tan llamativo es una de las fotos que más se venden a la hora de realizar el Transiberiano. En la plaza de la estación hay mucha vida, mercadillo de ropa, mercado de comestibles, autobuses entrando y saliendo… En la calle Cheliuntsev, más adentro, encontramos un mercado local donde nos estretuvimos.
– Plaza de Lenin: llegamos desde la estación de tren por la Vokzalnaya Magistral, la gran avenida de la ciudad. Aquí hay unas estatuas en las que se representan al propio Lenin, a campesinos y obreros de la revolución.
– Teatro, ópera y ballet de Novosibirsk: es el gran edificio que está detrás de las estatuas en Plaza Lenin. Es el teatro más grande de toda Rusia, inaugurado en 1945. Es una plaza bonita, con jardines y bancos para sentarse.
– Parque Pervomayskiy: es un parque en el centro de la ciudad, para relajarse y tomar algo.
– Capilla de San Nicolás: situada en la Avenida Krasnyy (Avenida Roja), muy cerca de Plaza Lenin en dirección sur hacia el Río Obi. Es una pequeña capilla que llama la atención por estar situada en medio de una avenida con tanto tráfico y custodiada por altos edificios. Construida en 1915, se supone que estaba en el centro geográfico de Rusia. Fue reconstruida en 1993.
– Catedral de Alejandro Nevski: quizá la mayor atracción de Novosibirsk. Llegamos a ella siguiendo el paseo por la Avenida Krasnyy, entre trolebuses y mosaicos soviéticos. Es la catedral ortodoxa de la ciudad, y una de las primeras construcciones (1896). Está construida en un estilo neobizantino, que recuerda mucho a la Catedral de Alexander Nevski de Sofía en Bulgaria.
– El Río Obi: eché en falta un paseo paralelo al río, pero me acerqué a verlo de cerca, continuando por la misma avenida hasta dar con él. En el río se ven puentes de estilo industrial, más fábricas y recintos semiabandonados por los lados, y en la otra parte del río, más lejos, una pequeña playa.
A media tarde volvimos a la estación de trenes para tomar un corto tren a Tomsk. El trayecto nos sorprendió con que éramos los únicos extranjeros en un vagón repleto de soldados rusos que iban cantando canciones con la guitarra y silbándole a la azafata.
TOMSK
Tomsk no sé donde mete sus más de 500.000 habitantes. Es una ciudad con aspecto de pueblo, quizá por conservar un patrimonio de casas de madera y unas zonas ajardinadas que hacen que andes y recorras kilómetros sin darte cuenta.
Su origen se remonta a principios del siglo XVII, por lo que es una de las ciudades más antiguas de Siberia. Su fama es de centro cultural siberiano, y es el lugar donde se fundó la primera universidad de Siberia (actualmente cuenta con ocho y numerosas escuelas, por lo que es una ciudad con gran vida universitaria). Quedó eclipsada por quedarse fuera del recorrido del Transiberiano, pero Tomsk sigue siendo un referente en Siberia en cuanto a patrimonio y educación.
Tomsk me gustó mucho. Es una ciudad tranquila, donde se pueden ver multitud de casitas de madera. Me encantó recorrer sus calles entre hierbas y árboles, frente a esas maderas que están muy deterioradas y conservan su esencia. El eje de la ciudad es la Avenida Lenin, que transcurre de norte a sur. El norte de la ciudad contiene los edificios más importantes, en el centro están las universidades y la mayoría de casas de madera, y en el sur, un mirador hacia el Río Tom.
Llegamos de noche a la estación de trenes de Tomsk, y cogimos un taxi hasta el hostal Okhotny Dom (la casa del cazador). Es una casa de madera muy bonita que sirve de hostel. Por la noche, Tomsk nos pareció peligroso, ya que no había casi nadie, no había casi luz, y ese aspecto de aceras rotas, hierbas en medio de la carretera, casas de madera en mal estado… nos echó un poco atrás. Pero a plena luz del día, Tomsk nos encantó.
Qué ver en Tomsk
– Lo más destacado (y no me cansaré de repetirlo) casas de madera. Situadas principalmente en la parte central de la ciudad, al este de Avenida Lenin. Tomsk conserva estas construcciones, aunque en mal estado, pero no pasó como en otras ciudades que se demolieron para construir bloques. En muchas de ellas pone el año de su construcción. Los marcos de las ventanas son increíbles. Y me encantó que están rodeadas de vegetación, y por dentro, la gente tenía más plantas. No sé qué más decir, era una preciosidad.
– De entre todas ellas, quizá la más famosa sea la casa rusogermana, situada en la calle Krasnoarmeyskaya, cerca del cruce con Kartashova.
– Iglesia evangélica luterana de Santa María: en el cruce entre Kartashova y Gogolya. Me recordó a Pocahontas, no sé por qué. Pero disfruté mucho viendo sus troncos de madera.
– Memorial a los caídos en la Gran Guerra Patriótica: situado al sur de la ciudad, al final de la Avenida Lenin. Se trata de un monumento con el fuego eterno, a los caídos en la II Guerra Mundial. Al entrar hay dos cañones también, y todo está rodeado de un gran bosque en el que hay ardillas, pájaros carpinteros… Desde aquí se ven unas vistas muy bonitas hacia el Río Tom.
– Avenida Lenin: la grandísima avenida puedes recorrerla a pie, mientras vas visitando los puestos de comida típicos, o en uno de los numerosos minibuses que la cruzan de arriba a abajo. Me llamó la atención que era un no parar de autobuses. En esta avenida se encuentran varios edificios destacables, como la Universidad Estatal de Tomsk, con unos grandes jardines que eran una envidia; el parque de los estudiantes; el jardín de Pushkin; el Ayuntamiento de la ciudad…
– La parte norte de la ciudad (cruzando el pequeño puente sobre el río Ushayka) tiene su centro en la desembocadura de este río en un canal, donde hay una plaza con fuentes. Más adelante encontraréis el Teatro de Tomsk, en un estilo taaan soviético, y la propia Plaza Lenin. También está la catedral Bogoyavlenskiy. Esta parte me gustó menos.
– Detrás del teatro se encuentra la duma, o edificio del gobierno. Y más atrás, el Río Tom vuelve a aparecer. Aquí hay unas escaleras para bajar hasta la ribera del río, donde alguna gente estaba tomando el sol y muchos niños jugando. El agua estaba muy sucia. Por este paseo a lo largo del río, también está una estatua a Chejov, un poeta que dijo que Tomsk era un aburrimiento y una ciudad de borrachos y salvajes, y le han hecho un monumento mofándose de él.
Después de pasar todo el día en esta bonita ciudad, nos fuimos a la estación para coger el tren hacia Krasnoyarsk… posiblemente en la noche más peligrosa del trayecto. Habíamos reservado dos literas inferiores (más cómodas y caras) en un compartimento de cuatro. Entran nuestros compañeros, dos hombres rusos con toda la dentadura de oro. Me dice uno que le deje la cama de abajo, y le digo que no, que es mía. Me enseña una cicatriz recién hecha, de arriba a abajo por toda la espalda. Me explica que no puede subirse arriba y que le deje la de abajo. Como vio que no me cuadraba la idea, dice “no importa, soy ruso ¿sabes?” y coge y se encarama a subir. Entonces, para evitar malos rollos, me decidí a cederle la mía, ya que no quería pasar toda la noche con aquellos hombres enfadados. Pues se hicieron nuestros amigos, demasiado. Me dio un billete para comprar vodka en el vagón restaurante, a lo que vino la provodnitsa para reñirnos por armar jaleo a aquellas horas de la noche. Entonces, se sacó de la mochila una botella de plástico con vodka casero, un pepino que cortó a tacos, y una especie de caramelo de tofu. Tomé un solo chupito, pues no me inspiraba confianza aquel vodka, aunque insistían en que siguiera bebiendo, mientras me preguntaba que dónde trabajaba, cuánto cobraba, y qué cantidad exacta. Total, me subí a mi litera a dormir, hasta que mi compañero, que se quedó bebiendo con ellos, me despertó para decirme que habían atado una sábana al pomo de la puerta, y que le había dicho que era para que no la pudieran abrir desde fuera y no nos robaran. De vez en cuando decían algo, hasta que me cansaron y les dije que me dejaran dormir en paz. Con mucha tensión, pero finalmente calmados, dormimos mientras nuestro ruso se afilaba los dientes o quitaba restos de comida con una navaja bien grande.
Al fin, a mediodía llegamos a Krasnoyarsk.
KRASNOYARSK
Krasnoyarsk fue una parada breve, pues no había nada realmente notorio para parar. Sí que tuve la grata sorpresa de poder contar con la compañía de mi amigo Nikita, que es de aquí y nos enseñó su ciudad.
Krasnoyarsk cuenta con más de 1 millón de habitantes, por lo que es otra de las grandes ciudades siberianas. En esta parte, abandonamos la llanura para entrar en la Meseta Central Siberiana, un terreno montañoso y elevado, donde se extiende la taiga y hay menos población.
Se trata de una ciudad industrial, en la que no hay gran cosa que ver. Su mayor atractivo es el Río Yenisei, que es el mayor de Rusia y drena toda la parte central de Siberia, hasta desembocar en el Ártico.
Desde la estación de tren, recorrimos las avenidas Lenin y Mira, mientras veíamos los edificios, parques, y demás estatuas de la ciudad. Después, nos acercamos a la orilla del río para ver el famoso puente sobre el Yenisei, y continuar por este paseo hasta el Parque Central, donde había juegos y atracciones de feria.
De aquí nos montamos en el tren rumbo a uno de los lugares más mágicos del planeta.