TIRASPOL, la hoz y el martillo del siglo XXI

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Tiraspol es una experiencia para aquellos que les guste la aventura y la emoción. No hay ningún punto turístico remarcable aquí. Pero te sentirás en un lugar único. Aprovecha para descubrir el lugar donde la URSS sigue existiendo.

Ubicada a las orillas del río Dniéster, la capital de Transnistria y segunda ciudad más grande dentro de los límites acordados internacionalmente de Moldavia, cuenta con 160.000 habitantes. Tiraspol debe su nombre al río Dniéster, que era llamado Tyras por los griegos. No sería hasta el siglo XVIII cuando los rusos construyeron la actual ciudad sobre un antiguo fuerte, llevando a rusos y ucranianos a asentarse en la zona. Integrada junto a la histórica Besarabia dentro de la República de Moldavia, los rusos situados al este del río Dniéster no aceptaron la desintegración de la URSS y la independencia moldava, por lo que se declararon independientes, teniendo a Tiraspol como capital. Esta ciudad era la ciudad más adelantada de la región, concentrando una importante industria armamentística.

La llegada a Tiraspol

Salimos a mitad de la tarde desde la estación de autobuses en Piata Centrala en Chisinau. Para llegar de Chisinau a Tiraspol lo más fácil es coger un autobús, que en nuestro caso fue un minibús. Hay muchos minibuses que están esperando y cuyos conductores vocean que van a Tiraspol, pero os recomiendo que compréis los billetes en la taquilla, aquí no os timarán (consejo de la moldava que habíamos conocido ese día). La furgoneta iba llenísima, sin aire acondicionado por supuesto, así que iba gente de pie. A pocos minutos de salir de Chisinau, se detiene en la “frontera”. Consulta este artículo para saber más sobre Transnistria. Aquí la policía transnistria se sube al autobús, y va comprobando los que tengan pasaporte transnistrio. Nos tuvimos que bajar nosotros tres, los únicos turistas, y una señora con una niña pequeña, que era moldava pero no transnistria, y la niña no tenía pasaporte… así que se tuvieron que quedar allí tiradas en la frontera. Supongo que iría alguien a recogerlas…

Nosotros tres entramos al puesto fronterizo y enseñamos nuestros pasaportes mientras nos hacían preguntas (en ruso) sobre cuánto tiempo nos íbamos a quedar y dónde (les enseñé la confirmación del alojamiento y el nombre y teléfono del dueño). Yo llevaba un visado de EEUU para el mes próximo, y se quedaron mirándolo mientras se reían… pensé “A ver si no me van a dejar pasar o me lo van a romper porque están peleados con EEUU”, pero nada, nos dieron nuestra hojita blanca de inmigración (imprescindible conservarla hasta la salida) y nos volvimos a montar en el minibús, que nos estaban esperando.

El Dniéster

 

Tiraspol está solo a una hora escasa desde Chisinau, contando la parada en la frontera. En el camino, y en zona transnistria ya, vimos varios búnkeres y tanques que se encontraban medio escondidos detrás de árboles, además de toda la propaganda soviética y nuevos monumentos muy modernos. Nos daba la impresión de ser una zona más rica. No echamos fotos, y las que hicimos fueron con mucho disimulo porque habíamos leído que estaba prohibido fotografiar la frontera y bastantes edificios, y no queríamos problemas nada más llegar… finalmente llegamos a la estación de tren, donde nos dejó el autobús, y tras cambiar dinero (en Transnistria se emplea el rublo transnistrio, sólo válido aquí y donde únicamente se puede conseguir) empezamos a descubrir Tiraspol.

Recién llegados, en la estación de buses y tren
Bienvenidos a Transnistria
Paseando por Tiraspol
Parque semiabandonado

 

Encontrar el alojamiento en Tiraspol

Tiraspol es una ciudad de grandes calles, con un trazado ortogonal tan soviético como planificado, y que además, están casi desiertas. Hay muy pocos coches. Las aceras están medio rotas, y los parques como abandonados. Empezamos a buscar nuestro alojamiento, Tiraspol Apartments, que habíamos reservado por booking. El mapa nos llevó hasta una zona de grandes bloques de pisos, ajardinada en su base, pero totalmente descuidada. Estábamos rezando para que no fuera allí el sitio. Y que conste, que habíamos cogido ese apartamento porque estaba muy cerca del centro, y en ese momento nos parecía estar a kilómetros… No, el centro verdaderamente estaba a un paso: Tiraspol es una ciudad con un “centro” relativamente cuidado, y bloques destartalados alrededor. Tras preguntar a unos jóvenes que merodeaban por allí, nos dirigieron hacia un bloque aún peor: algunos de los balcones estaban tapados con maderas y plásticos, como si fuera un edificio okupa. Estábamos pensando en renunciar y buscar un hotel… además, el dueño ni siquiera tenía móvil y solo se comunicaba mediante e-mail. Al fin llegamos a dicho bloque, y había un señor esperándonos desde hacía tiempo. El tiempo pasa tranquilo en Tiraspol se ve. Nos llevó hasta el apartamento, cuyo interior cambió radicamente: adecentado, bonito, nuevo. Estaba genial. Así que decidimos quedarnos. Otra cosa sería cuando volvimos de noche, cuando no había ni una sola luz en la calle.

En uno de esos bloques estaba nuestro apartamento
Tiraspol

 

Descubrir Tiraspol

El apartamento estaba situado entre la calle Manoilov y la Karl Liebknecht, y desde el autobús, que había recorrido en su entrada a Tiraspol esta última, habíamos visto grandes muros donde se ensalzaba a Transnistria, así que fuimos por esta calle hasta llegar a una extensa pared donde ponía #YoSoyTransnistrio en ruso. Después de deambular por estas avenidas y ver parques, escuelas y supermercados (la cadena más famosa Sheriff, como su equipo de fútbol), nos dirigimos hasta el centro de la ciudad: la avenida 25 de octubre.

#YoSoyTransnistrio
Sheriff, la marca nacional

 

En esta avenida vimos la embajada de Osetia del Sur y Abjasia, otros dos territorios independientes de facto y solo reconocidos entre sí (se encuentran en Georgia y cuentan con apoyo ruso, al igual que Transnistria). Por el camino vimos hoteles a medio construir, más instalaciones donde presumir de ciudad, hasta que llegamos al parque situado en la orilla del Dniéster donde había unos camellos y muchos niños jugando. Todo esto, en un ambiente muy oscuro y tenuemente iluminado, a la vez que silencioso ya que no había apenas tráfico. Parecía que no había nadie y sí que había, solo que no se veían. Solo se escuchaba el altavoz de unos jóvenes que tenían su coche aparcado. Enfrente se halla la Plaza de Suvorov, quien era un héroe ruso que luchó contra los otomanos en esta región, con su estatua en el centro, de 1979, el escudo de la ciudad, y al lado, el centro cultural.

Embajada de Abjasia y Osetia del Sur
I love Tiraspol

 

Un poquito más adelante está una plaza memorial donde se puede ver el Tanque T-34, expuesto para conmemorar la victoria soviética en la II Guerra Mundial, la llama eterna de los héroes que defendieron la ciudad en 1941 y otro memorial a los caídos en la Guerra de Transnistria, frente al Museo de Historia Local. Pero sobre todo, destaca la capilla ortodoxa de San Jorge, pequeña, impoluta, en un entorno que me pareció entre mágico, atrevido y emocionante estar allí, en la oscuridad de la noche, con tanta guerra alrededor.

Capilla de San Jorge
T-34 y capilla de San Jorge en Tiraspol

 

Por último, desde este lugar se puede ver el edificio del Gobierno de Transnistria, con una estatua de Lenin en su fachada y con carteles soviéticos de la proclamación de la república. No está permitido realizar fotografías de este edificio, así que las hicimos desde aquí nada más.

Gobierno de Transnistria

 

Tras cenar en una fabulosa pizzería llamada Mafia, y con una simpática camarera, nos fuimos a dormir pasando por aquellas calles sin luz entre aquellos edificios.

Por la mañana, y antes de coger el autobús con destino a Odesa, volvimos a pasear por la ciudad para verla con luz. En primer lugar, visitamos la Catedral de la Natividad, ortodoxa, de 1999, y situada entre las calles Karl Marx y Shevchenko. Después fuimos hasta el mercado central (sabéis que me encanta visitar mercados), donde vimos mucho bullicio y bastante limpieza, con amplias salas solo para carne, pescado, etc.

Catedral de la Natividad
Mercado de frutas y verduras
Sala de carne

 

Volvimos a la plaza Suvorov, y tras tomarnos un café en la gran avenida, seguimos descubriendo el Palacio de los Soviets, y al fondo, el Teatro, que tiene el Parcul Pobeda detrás. Por el camino íbamos viendo las matrículas de los coches y toda la simbología transnistria. Me llamó la atención que no hay ni una sola tienda de regalos. Únicamente pude comprar varios imanes en un pequeño kiosko de periódicos. Solo había un modelo y casi todos ellos llevaban al Tanque T-34 como símbolo de la ciudad. Algo que también estaba por doquier, incluso en las cafeterías. De camino a la estación de tren/bus pasamos por la fábrica Kvint de coñac, la mayor industria de la ciudad, y frente a ella, el parque semiabandonado de Kirov.

Estatua de Suvorov
Avenida 25 de octubre
Cafetería con el tanque
Casa de los soviets

 

Nos despedíamos de Tiraspol, una ciudad que, si bien no tiene nada turístico o que resalte de visitar, nos encantó por la experiencia. Un lugar silencioso, tenue, con una presión de estar en un sitio prohibido, y a la vez, único en el mundo.

Fábrica Kvint y avenidas semivacías
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