El punto más lejano en la Tierra [Invercargill. Bluff]
Una excursión al punto más lejano en la Tierra
La parte sur de la isla sur de Nueva Zelanda no es nada turística. La mayoría de atractivos se localizan en torno a la ciudad de Queenstown, o en las costas este y oeste del país. Pero me seducía mucho la idea de conducir hasta la parte más lejana que pudiera ir, “hasta donde pudiera llegar”. Saliendo de Queenstown, llegué hasta Lumsden y tomé un desvío hasta Gore y de ahí hasta Slope Point. Es un paisaje dominado por los campos de cultivo y pastos, eminentemente agrícola y sin turismo. Lleno de campos de ovejas y también de ciervos. Después continué hasta Invercargill y Bluff, las ciudades más al sur.
INVERCARGILL
Waihōpai (Invercargill en inglés) es considerada la ciudad más al sur de Nueva Zelanda y una de las ciudades más al sur del mundo. Fundada en 1856 por la iglesia escocesa, creció rápidamente por la fiebre del oro en su provincia. Actualmente cuenta con unos 53.000 habitantes, aunque se fomentan los asentamientos aquí mediante una política de rebaja de impuestos. Como en toda la región en la que se encuentra, rodeada de extensos e interminables campos de pastos para ovejas, su industria se basa en la leche, queso y mantequilla.
Invercargill me pareció bastante desangelada y solitaria, una ciudad áspera, que no invita a salir a la calle (mucho viento, como en toda esta zona) y con tiendas algo cutres. La calle principal es la Woodlands-Invercargill Highway, que desemboca en el monumento a la Guerra de los Bóer en Sudáfrica, un original memorial (ya que todos los de Australia y Nueva Zelanda hacen referencia a la I Guerra Mundial). Otros puntos de interés son la Basílica de Santa María, de 1905 en un victoriano tardío, con una gran cúpula de 37 metros de altura; y el memorial (esta vez sí) de la I Guerra Mundial, Invercargill Cenotaph.
BLUFF
30 km al sur de Invercargill se encuentra Bluff (Motupōhue), antes llamada Campbelltown. Es el pueblo más al sur de Nueva Zelanda. Bluff presume de ser una de las ciudades más antiguas de Nueva Zelanda y donde primero se asentaron los europeos, que llegaron aquí en 1813. Aunque cuenta con algo menos de 2.000 habitantes, es un importante punto debido a varias razones: por su fábrica de aluminio, desde el punto de vista de prospecciones de petróleo, como puerto de salida a la Antártida y por sus ostras, las más famosas del país y consideradas una delicatessen.
Bluff es el final de la Autopista 1 que recorre la isla sur de Nueva Zelanda. Es un pequeño pueblo en el que no hay nada, salvo una sensación de fin del mundo, acompañada de un halo industrial y portuario decadente. Me parecía a los pueblos de las películas en el que viven personajes errantes y alejados del mundo. Por cierto, nada que ver con la gente de allí que, de hecho, me parecieron bastante simpáticos.
Desde aquí salen ferrys hacia la Stewart Island (Rakiura), cruzando el Estrecho de Foveaux. Esta isla es famosa por sus actividades de senderismo y de acampada libre, donde podrás ver muchos kiwis. Me quedé con muchas ganas de visitarla.
SLOPE POINT
Slope Point es el punto más al sur de la isla sur de Nueva Zelanda. Se encuentra a 70 km al este de Invercargill. Realmente no hay nada aquí, pero su simbolismo era especial para mí. Rodeada entre campos interminables y verdes, con tantas motas blancas que eran las ovejas, envueltas en una neblina permanente y azotadas por un viento muy potente, el camino en coche era como ir hacia un sitio del que todo el mundo huye. Casi no había ningún coche, y los que lo hacían, iban en sentido contrario al mío. Guiado por el GPS, llegué hasta un aparcamiento. Allí, abrí una puerta de la cerca de madera de un campo de ovejas y empecé a andar entre las matas y bajo un viento que te tiraba atrás. Allí hay un faro y un letrero que marca la dirección del ecuador y del polo sur. Con la ayuda de un mapa, me situé justo en el punto que marcaba más al sur y allí me detuve un largo tiempo.
La costa era muy rocosa y formando acantilados. Las matas estaban claramente afectadas por un viento permanente e intenso. El mar estaba aparentemente estable y tranquilo, en unos tonos cianes, aunque se adivinaba su ferocidad por las olas que se dibujaban en él. Más allá solo está la Antártida, pensé.
Y este lugar me sirvió para reflexionar mucho, para encontrar inspiración sobre historias y canciones. Era el punto más al sur de la isla sur de las antípodas de España. Era el punto más lejano en la Tierra. Ningún otro lugar estaba más lejos de mi casa. Ni el Polo Sur, ni el Polo Norte, ni ningún otro lado. Pensaba en que mi casa estaba miles de km a mi espalda, pero no: estaba justo debajo de mí, cavando un agujero en el suelo. Y que cualquier paso que diera en cualquier dirección, ya estaba más cerca de mi casa. Ya estaba volviendo, porque más lejos no podía llegar. Era un fin del mundo.