JERICÓ, la ciudad más antigua del mundo
En el profundo valle del Jordán se encuentra la ciudad más antigua del mundo
Considerada la ciudad más antigua del mundo, con más de 11 000 años de antigüedad, el origen de Jericó se fundamenta en la presencia de agua: en un entorno desértico, en el profundo valle del Jordán (bajo el nivel del mar), diversos manantiales brotan en la ciudad originando un fértil espacio que originó una de las primeras formas de vida urbana. Tal frondosidad, a modo de oasis, es descrita en la Biblia como “la ciudad de las palmeras”. Sin embargo, su nombre parece derivar de “luna”, por lo que también puedes encontrar el nombre de “ciudad de la luna”. En su actual poblado arqueológico de Tell-es Sultan se puede ver la que es considerada la primera ciudad del mundo, con notables restos del neolítico.
Jericó también fue la primera ciudad que se amuralló, aunque ello no hizo que fuera deshabitada y rehabitada sucesivamente, hasta que en el siglo VII a.C. se convirtió en una gran ciudad, que sería después arrasada por los babilonios en su conquista del Reino de Judá. Durante la época griega y persa, la ciudad apenas tuvo trascendencia pero sí que fue fortificada por los seléucidas. Según el Antiguo Testamento y la tradición hebrea, Jericó fue la primera ciudad de la Tierra Prometida a la que llegaron los israelitas, dirigidos por Josué, descendiente de Moisés. Las escrituras cuentan que las murallas de la ciudad se derribaron por el estruendoso sonido de las trompetas de los hebreos que llegaban a su lugar prometido.
También es una de las ciudades más mencionadas en el Nuevo Testamento de la Biblia, donde por ejemplo, se produjo la parábola del Buen Samaritano en el camino que la conecta con Jerusalén; o que cerca de aquí está el lugar donde se bautizó Jesús en el Jordán, como te cuento en este artículo sobre mi viaje a Jordania. En tiempos romanos, Jericó fue convertida en una Hacienda Real, y fue arrendada a Cleopatra por orden de Marco Antonio, para después pasar a Herodes en control completo. El dominio de Herodes hizo que fuera refortificada y que se construyeran nuevas infraestructuras como acueductos y otros edificios públicos. Así, la ciudad pasó de ser un asentamiento agrícola a alzarse como un centro cultural romano, un lugar de entretenimiento para la aristocracia de Jerusalén.
El declive del Imperio romano hizo que Jericó decayera en importancia y que no fuera hasta la época bizantina cuando se formó el nuevo asentamiento de Ericha, que ahora surgía como un importante centro cristiano. En el siglo VII fue conquistada por los persas, llamándola Ariha. Un terremoto asoló la ciudad y quedó en ruinas, con una población muy dispersa. Un siglo después, en época omeya, el califa Hisham construyó su palacio aquí, que otorga una de las postales y símbolos más reconocidos de la ciudad. En esta época, Jericó era considerada una de las ciudades más fértiles y con mejor agua, que originaba la mejor huerta del entorno árabe, con multitud de palmeras, dátiles, plátanos y flores.
Por un periodo breve, fue conquistada por los cruzados, en su intento de retomar la Tierra Santa, quienes introdujeron la caña de azúcar. A pesar de que llegaron a establecer reinos cristianos bastante duraderos, su control sobre Jericó fue breve, y rápidamente fue retomada por los ayubíes de Saladino en el siglo XII. Seguidamente, con el periodo otomano, la ciudad prácticamente se redujo a unas maltrechas y pobres casas, habiendo perdido la importancia histórica. Con la derrota de este Imperio en la I Guerra Mundial, este territorio pasó a dominio británico dentro del Mandato de Palestina, con una población muy reducida y mayoritariamente musulmana. Además, la ciudad volvió a sufrir otro terremoto en 1927 que la volvió a destruir.
El conflicto israelí-palestino hizo que Jericó quedara del lado palestino, ocupado y administrado por Jordania. En 1948, en la conferencia de Jericó, se proclamó al rey jordano como rey de toda Palestina. La administración jordana continuó hasta la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando Israel ocupó toda Cisjordania. Mediante los Acuerdos de Oslo, Jericó fue la primera ciudad donde se traspasó el poder a la Autoridad Nacional Palestina. Actualmente, esta zona A es la administrada por el gobierno palestino, pero únicamente abarca la ciudad de Jericó, y el resto es zona C, ocupada por Israel, que controla los accesos y la seguridad. Es la principal ciudad de conexión con Jordania, muy cerca del paso Allenby.
Hoy en día, Jericó tiene poco más de 20 000 habitantes, aunque en las últimas décadas ha aumentado bastante su población, sobre todo por la llegada de refugiados palestinos (que suponen casi la mitad de los habitantes). La ciudad se encuentra a más de 258 metros bajo el nivel del mar, por lo que el calor es inmenso. Recuerdo haber estado a 51º grados en el Wadi Qelt, y en la ciudad un ambiente totalmente enrarecido y muy agobiante, con un paisaje propio de un clima desértico. A pesar de ello, Jericó vive de la agricultura de dátiles y plátanos, y del turismo tanto religioso, como del propio ocio de los palestinos que se dirigen al Mar Muerto.
Reconozco que esperaba mucho más de Jericó y quería ver una ciudad antigua, con más hitos históricos, pero parece que casi todo se ha perdido y la ciudad actual es bastante moderna y desbaratada, con un aspecto muy pobre y desolador. Eso no quiere decir que no tenga nada interesante: al contrario, hay bastantes puntos de interés antiquísimos, pero me esperaba aún más. Y el ambiente era tan hostil que apetecía irse verdaderamente. También había muy poquita gente que viniera aquí por su cuenta, únicamente vimos turistas en tours organizados en sitios muy específicos. Pero nosotros, con nuestro coche palestino (aunque de matrícula israelí) no tuvimos ningún problema y nos movimos muy bien.
Qué ver en Jericó
Nuestro día había comenzado en Ramala, y el primer lugar que visitamos fue el impresionante Monasterio de San Jorge de Coziba. Este se encuentra a unos 9 km de Jericó, en sentido oeste, y está ubicado en el Wadi Qelt, un desfiladero que sirve de oasis. El entorno desértico y el contraste con la frondosidad de las palmeras es súper bonito y, personalmente, esta era la imagen que siempre había tenido de Palestina como un lugar de aventura y recóndito. Lo mejor es dejar el coche en la parte de arriba (donde también paran los autobuses), y comenzar a bajar por un laaaaaargo camino de tierra… zigzagueante… que te lleva hasta el cauce del wadi (rambla), y desde allí ya llegarás al monasterio, que verás desde abajo… y luego tienes que subir hasta él.
Aquí ven preparado con agua. La gente iba que le daba algo, y no es para menos (yo no sé cómo sobreviví). Sin estar preparado, sin ni una botella pequeña y a 51º grados real. Tuve que recomponerme cuando llegué al monasterio. Para más contexto, cerca de aquí es donde tuvo lugar la parábola del Buen Samaritano. El monasterio data del siglo VI, cuando los monjes que querían revivir la historia de exilio y meditación en el desierto se asentaron aquí (la palabra ermitaño viene de “desierto”). Además, este lugar está asociado con las historias de San Joaquín y Santa Ana; y la visita del profeta Elías en su camino al Sinaí. Dentro del monasterio no se pueden tomar fotografías, pero su interior era muy bonito, y estaba una capilla con los huesos de los monjes que habían vivido en él.
Continuamos hasta la ciudad de Jericó en sí, y nuestra primera parada fue el árbol sicómoro de Zaqueo, un árbol de más de 2000 años que se cuenta que es el mismo que la Biblia dice que se subió Zaqueo para ver a Jesús cuando entraba a Jericó. El árbol está a la entrada del Museo Ruso, un espacio muy cuidado con un jardín muy bonito, aunque en su interior únicamente hay exposiciones sobre la presencia rusa en Palestina.
Desde aquí seguimos andando por la ciudad, comprando en sus tiendas algo de comer, reponiendo fuerzas al calor, y visitando alguna de las iglesias que encontramos. Diversas ramas del cristianismo se han ido estableciendo aquí con sus propias iglesias, nosotros por ejemplo visitamos la Iglesia ortodoxa griega del Profeta Elías, con unos tejados dorados muy bonitos; y también había algunas mezquitas muy chulas como la de la calle Gamal Abdel Nasser, con su cúpula azul. Otras son la Iglesia del Buen Pastor, la Iglesia rumana de Jericó… pero lo cierto es que la información me pareció escasa y en Google Maps tampoco estaba bien señalizada.
Hay muchos restos arqueológicos en Jericó, y como muchos ofrecen cosas parecidas, el mejor y más recomendado es ir a Tell es-Sultan, un asentamiento con un poblado de casas circulares de barro y adobe, protegido por una muralla. Está en el centro de la ciudad y es bastante bonito. Además de lo anterior, se conservan evidencias de la agricultura y ganadería. Y los paisajes desde aquí son bonitos: se ve tanto Jericó desde arriba, como el Monasterio de la Tentación al fondo.
A las afueras de Tell es-Sultan está la Fuente Elíseo con inscripciones bonitas, una plaza también bonita, y había algún dromedario siendo explotado por sus amos y los turistas, en una situación bastante desagradable. El Monasterio de la Tentación (también llamado Deir al Krntl) lo habrás visto al fondo, y es muy bonito. Se trata de un monasterio griego ortodoxo encaramado en el monte del mismo nombre, donde solo se puede acceder mediante teleférico. Su origen es una sucesión de cuevas donde los primeros monjes cristianos habitaron.
Por último, visité el palacio de Hisham, las ruinas del palacio del que fuera califa omeya. Está más alejado de la ciudad de Jericó, pero merece la pena: un complejo bien cuidado, con el palacio cubierto y protegiendo sus mosaicos, además de casa de baños, mezquita… y muchos elementos decorativos, siendo el principal símbolo una ventana con una estrella de seis puntas.
Antes de acabar este artículo, te aconsejo que eches un vistazo a este artículo sobre el Mar Muerto de Israel, donde también visité Qumran y los manuscritos; y este otro sobre el Mar Muerto de Jordania, donde incluyo el sitio donde se bautizó Jesús.
¿Te ha gustado Jericó?