NABLUS, misión en la montaña de fuego
En la región samaritana, Nablus es una ciudad que respira autenticidad, aunque es considerada como una de las ciudades más tensas de Palestina
La región norte de Cisjordania corresponde a Samaria, donde habitaba el pueblo judío de los samaritanos. Se trata de una zona muy montañosa, cruce de caminos en el Levante, que también tiene la bendición del surgimiento de cuantiosos manantiales que posibilitan el asentamiento de la población. Nablus se encuentra encajonado en un angosto valle, flanqueado por dos importantes montes que lo vigilan. Cuando uno lo contempla desde estos miradores, descubre lo inmensa que es la ciudad, plagada de torres de edificios blancas coronadas por innumerables depósitos de agua. Nablus es considerada una de las ciudades más peligrosas de Palestina, y desde que vi la serie Fauda, tenía muchas ganas de venir aquí. Nablus aparecía como esa misión para los israelíes casi suicida, pero que escondía una ciudad muy bella.
Este era el sitio de Siquem, situado actualmente en las inmediaciones de Nablus, la que fuera la primera capital del Reino de Israel, y donde se encuentra la tumba de José y el pozo de Jacob. Las guerras judeo-romanas acabaron con este asentamiento y, en el siglo I, los romanos fundaron la actual ciudad con el nombre de Flavia Neapolis (ciudad nueva, de donde deriva su nombre actual Nablus), sobre una pequeña aldea samaritana. También conocida históricamente como Naplusa, se cuenta que era una ciudad que llegó a acumular gran riqueza en tiempos romanos, donde soldados veteranos venían a vivir, y que era una ciudad casi pagana en su totalidad.
La ciudad comenzó progresivamente a hacerse cristiana, hasta el punto que llegó a tener su propio obispo. Los roces con la comunidad samaritana se sucedían, hasta el punto de fuertes revueltas como las ocasionadas en el siglo V. En esta época, bajo dominio bizantino, el emperador erigió una iglesia en honor a María en el monte Gerizim y prohibió a los samaritanos visitar este monte, que había sido uno de sus lugares ancestrales. Este hecho hizo que durante el siglo VI se sucedieran ataques con el asesinato de párrocos cristianos y quemados con sus santos, hasta el punto que el emperador Justiniano I emprendió una masacre que prácticamente acabó con la población samaritana de Nablus.
En el siglo VII, con la conquista musulmana, la ciudad incrementó su poder comercial y agrícola, siendo apodada “la pequeña Damasco“, rodeada de olivos y con gran fama en la producción de sus tejidos blancos. La población era muy diversa, con musulmanes árabes y persas, judíos, samaritanos y cristianos. A finales de siglo XI, los cristianos cruzados retomaron la ciudad, siendo también nombrada como Nápoles (que significa lo mismo que Neapolis). Fue incluida dentro del cristiano Reino de Jerusalén y aquí se elaboraron las primeras leyes de dicho reino. También fue el lugar donde la reina Melisenda vivió, lo que denota la importancia de Nablus como gran ciudad de riqueza y prestigio.
Los musulmanes intentaban retomar la tierra de los cruzados y también Nablus, algo que consiguieron en el siglo XII al mando de Saladino. A pesar de múltiples intentos para reconquistarla, Nablus creció como una ciudad muy bella, con dos productos estrella: el aceite de oliva y el jabón, que se exportaban a las principales ciudades árabes. En el siglo XVI pasó a formar parte del Imperio otomano, pero siguió una política de control del territorio que dio mucho poder a los militares árabes, que fueron afianzándose y adquiriendo grandes propiedades. Estas familias fueron las que dirigieron Nablus hasta bien entrado el siglo XIX.
En 1831, los egipcios conquistaron Palestina a los otomanos, y en Nablus se fraguó una insurgencia que incluso trasladó sus revueltas a Jerusalén. Finalmente, en 1841 los otomanos recuperaron el control, y Nablus se consolidó como la ciudad con la economía más dinámica de la Siria otomana, superando a Jerusalén, Damasco, Jaffa y Acre. Ello ayudó a que su sanjacato (distrito otomano) tuviera mayor libertad, ayudado por una compleja orografía y donde apenas había extranjeros. Tras la I Guerra Mundial, y habiendo sido adjudicado este territorio al Reino Unido, Nablus fue un foco de resistencia contra los británicos, hasta el punto que estos demolieron un barrio entero considerado conflictivo. El terremoto sucedido en Jericó también dañó a Nablus, por lo que el aspecto de la ciudad fue muy afectado.
En 1947, el plan de partición de Palestina incluyó a Nablus bajo dominio árabe. Aquí eran mayoría abrumadora, y prácticamente no habían recibido inmigración judía, que sí afectó a otras áreas del país. Sin embargo, sí recibió enormes cantidades de refugiados palestinos que habían sido expulsados de otras zonas, por lo que la población de Nablus creció enormemente. Nablus se extendió absorbiendo a otros pueblos cercanos como Rafidia. Desde 1967, Israel ocupó en la Guerra de los Seis Días toda Cisjordania y se retiró de las ciudades, aunque sigue ocupando el resto del territorio. Tras la primera intifada iniciada en 1987, las restricciones sobre Nablus hicieron que la ciudad se volcara a una economía local casi de autosuficiencia.
Los Acuerdos de Oslo hicieron que la ciudad fuera administrada por la Autoridad Nacional Palestina, y desde entonces, Nablus se ha configurado como uno de los centros nacionalistas palestinos y un “hervidero” de radicalismo. En parte, motivado por las torturas realizadas en la cárcel de Nablus y constantes enfrentamientos con el ejército israelí. La segunda intifada, iniciada en el 2000, tuvo especial incidencia en Nablus, donde se produjeron cuantiosos ataques y víctimas. En 2006, con la publicación de viñetas de Alá en Dinamarca, dos extranjeros fueron secuestrados y se amenazó con secuestrar a más. Todo ello ha hecho que Nablus fuera considerada “la capital del terror” por el ejército israelí. También ayuda a que el voto a Hamás haya sido muy elevado y que incluso llegara a tener un alcalde.
Todo ello ha hecho que los propios musulmanes hayan apodadao a la ciudad como “la montaña de fuego”, por su tenacidad en el activismo político. Nablus ha sido asediada por el ejército israelí desde los montes cercanos, al estar encajada en un valle estrecho. Las frecuentes tensiones hacen que pueda haber toques de queda, operaciones especiales con bombardeos y que el tránsito sea bastante complicado. Cuando nosotros fuimos, para entrar no tuvimos ningún problema. Pero para salir, los israelíes cerraron el puesto por unas dos horas, colapsando la ciudad y viviendo momentos muy tensos. Toda la gente bajada en los coches, un niño jugando a disparar a los coches y señalándome como “judío”… lo pasamos mal, sobre todo por el agobio. Al conseguir pasar, nos esparaba un exhaustivo control donde registraron todo el coche, equipaje y muchas preguntas sobre por qué habíamos ido a Nablus.
Hoy en día, Nablus es la principal ciudad del norte de Palestina, con más de 160 000 habitantes. Aunque acoge a una minoría samaritana, estos se localizan en el Monte Gerizim y la inmensa mayoría de la población es musulmana. Su economía está basada en la agricultura, y aunque parece que hay un gran dinamismo en la ciudad, se circunscribe solo a eso, porque el resto del territorio parece estar aislado por tantas restricciones. Además, la ciudad también es muy famosa por su postre típico el knafeh, siendo aquí donde surgió y tienen gran fama. Me gustó mucho la experiencia en Nablus, aunque he de reconocer que fueron unas horas bastante tensas. Un caos de tráfico y ruido, gente cruzándose en todo momento, muchas miradas (éramos los únicos extranjeros por allí), advertencias algo serias, carteles intimidantes… pero pude descubrir una ciudad muy auténtica y con encanto.
Qué ver en Nablus
Comenzamos nuestra visita a Nablus con un percance, y es que estando parados en la carretera debido al tráfico, un coche por detrás nos dio un golpe relativamente fuerte, e incluso se cayó alguna pieza del coche. Empezábamos bien… a pesar de que el coche iba a todo riesgo y la compañía nos permitía cruzar a los territorios palestinos, nunca se sabe qué puede pasar y, sobre todo, cómo reportar el caso en estas situaciones. Al final, nos fuimos sin hacer nada, ya que no se notaba mucho, y el otro conductor ni parecía tener ningún tipo de papel. Después de este saludo, comenzamos a recorrer la ciudad y dimos cuenta del hormiguero que es y de la pobreza que había. Parecía una ciudad bastante diferente de las que habíamos visto en Palestina. Volteamos por el barrio de Rafidia, que parecía un sector más acomodado. Lo primero que hicimos fue subir hasta el Monte Ebal, donde hay un parque (Sama Nablus Park, en el que hay que pagar) con un mirador fabuloso.
De vuelta al centro, pronto dejamos el coche entre las calles Al Malek Faisal y Al Amiria. Esta parte eran grandes avenidas repletas de tráfico, moles de edificios inmensos y compactos llenos de comercios y anuncios en todos sus pisos, y muchísima gente en la calle paseando y comprando en los puestos de todo tipo que había. Comenzamos a andar y llegamos hasta la Plaza de los Mártires, que parece ser el centro de la ciudad. Aquí hay fotografías de varios de ellos, junto a esculturas que representan el mapa de Palestina.
Desde aquí accedimos al zoco, que consiste en un laberinto de calles techadas llenas de tiendas, que intercalan con alguna calle descubierta… aquí viví una de las situaciones más tensas, y es que un hombre se acercó a decirme que no hiciera fotos, lo que entendí que pudiera ser por fotografiar alguna persona, o por el carácter de laberinto del zoco (en la serie de Fauda, cuando algún sospechoso se escondía en el zoco era imposible volverlo a encontrar porque no se tenía información). Por aquí en el zoco había muchas tiendas de knafeh, el dulce típico de queso con pasta filo y miel. Particularmente es famosa la pastelería Al-Aqsa. También había por aquí varios hamam, como el de esh-Shifa, de 1624.
Llegamos hasta la Plaza Al Manara, donde se encontraba la mezquita de An-Nasr, muy bonita con su cúpula verde y escalinata. Su nombre quiere decir “de la victoria” y es conocida como el símbolo de Nablus. Originariamente fue una iglesia bizantina, que fue reconvertida en iglesia cruzada y después en mezquita en el siglo XIV. Este es el lugar exacto donde, según la tradición, Jacob recibió el abrigo ensangrentado de José de mano de sus hijos. En la plaza también está la torre del reloj de Al-Manara, de 1906. En esta plaza había mucha gente, donde pregunté si podía seguir fotografiando e incluso me sugirieron que tomase fotos de los carteles de mártires y guerreros que había desplegados. Sobre todo, a uno que era el líder de la unidad de mártires.
Continuamos hasta la Gran Mezquita El Kebir, la más grande y antigua de Nablus (convertida en mezquita en el siglo XII). Su interior es bonito y, a pesar de que tuvo que ser reconstruida tras el terremoto de Jericó de 1927, sigue albergando esa historicidad. He de decir que la gente fue muy simpática y que en todo momento me permitieron la entrada y tomar fotografías. Continuamos un rato más por el mercado, donde también había fábricas de jabón como la Albader, la Iglesia de San Demetrio, y restos como los del teatro romano (que no pudimos encontrar, también porque empezábamos a inquietarnos al ver pasar coches de policía palestina).
Antes de irnos, tomamos el coche para visitar unos cuantos lugares en la parte sur de la ciudad. Entre ellos, la Iglesia griega del pozo de Jacob, que solo pudimos ver desde fuera (cerrada a cal y canto). Cerca de esta parte se encuentra el parque arqueológico Tel Balata, y la Tumba de San José (Yousuf as). Por último, si alguna vez vienes y tienes más tiempo, se puede subir al Monte Gerizim y visitar el Museo samaritano, que me hubiera encantado; o ir hasta la cercana ciudad de Sebastia.
¿Te ha gustado leer sobre Nablus?