AVEIRO, color en los canales de la sal
Un destino de vacaciones muy colorido y sabroso
Aveiro es una ciudad costera que se encuentra a mitad de camino entre Oporto y Coimbra, en un área algo pantanosa, con unas salinas muy importantes y una ría. Estas tierras fueron conocidas en el siglo X, en tiempos de la Reconquista, como Suis terras in Alauario et Salinas, que por aquel entonces era solo una villa pesquera. La importancia de sus salinas, la pesca del bacalao y su comercio marítimo hizo que fuera creciendo, hasta que consiguió dotarse de una feria. En el siglo XVII, la inestabilidad de la ría hizo que se cerrara el paso de Aveiro hacia el mar, lo que trajo consigo un empeoramiento de las condiciones de salubridad y mucha gente emigró a otras poblaciones costeras. En el siglo XVIII, la ciudad se llamó Nueva Braganza por unos pocos años hasta que volvió a su nombre de Aveiro.
Hoy Aveiro tiene algo más de 70.000 habitantes y es considerada la ciudad donde mejor se vive en Portugal, donde los ingresos son más altos. Esto es en gran parte al turismo, ya que tanto la ciudad como su costa atrae a numerosos visitantes, entre ellos un gran número de veraneantes de Salamanca. Aveiro es conocido como “la Venecia de Portugal” debido a sus canales y a sus barcas que se asemejan a góndolas, aunque en realidad se llaman mouliceiros y se utilizaban para recoger la sal. El área de Aveiro también está muy industrializada, nos llamó la atención la cantidad de fábricas que había en los alrededores (bastantes de madera), y el sector primario también está bien explotado, por la pesca sobre todo. Vamos, que económicamente está diversificada.
Lo primero que visitamos fue la ría de Aveiro, que se extiende de norte a sur formando una gran laguna donde es fácil practicar deportes marinos, y donde suele haber mucha actividad pesquera. Desde el pueblo de Ovar hasta Sao Jacinto, pasando por Torreira, es una zona donde hay muchas casas de veraneo y se puede disfrutar tanto del océano como de la laguna a poca distancia. Al final de la barra arenosa que cierra la laguna, en el sur, se encuentra la Reserva Natural de las Dunas de San Jacinto, un inmenso arenal que me pareció muy bonito, aunque estaba muy nublado y no apetecía bañarse. La playa estaba a rebosar de cangrejos, conchas, caracolas…
De vuelta a la ciudad, aparcamos (y nos costó bastante) cerca de la Sé de Aveiro, una catedral barroca del siglo XVIII erigida en honor a Santo Domingo. Se encuentra al lado del Museo de Santa Joana, que era el monasterio de Jesús. Desde aquí seguimos hasta la Praça da República, donde está la cámara municipal y la Iglesia de la Misericordia. Hasta entonces nos había parecido un pueblo sin más, pero eso cambiaría.
La parte más bonita y fotogénica es la Praça General Humberto Delgado, edificada sobre el canal principal. Desde aquí ya se ven todos los mouliceiros pasando sin parar, por delante de fachadas tan bonitas como la del Museo de Aveiro, de un color celeste muy bonito. Siguiendo por el paseo, llegarás al jardín do Rossio, donde hay un mercadillo (muchos puestos de sal), un puesto de ovos moles (el dulce típico de Aveiro), y muchos tours en barca. Párate a ver cada mouliceiro, que tienen en su extremo unos dibujos muy curiosos, muchos de los cuales son piropos hacia la mujer, o incluso algo machistas.
Todo este barrio se llama Beira Mar, que es el núcleo de Aveiro, un entramado de callejuelas pequeñas y estrechas, donde hay lugares interesantes como la Praça do Peixe, donde está la lonja de pescado, y frente al Cais dos Botiroes / Cais dos Mercanteis, una sección de canal con casas muy llamativas. También la Praça 14 de julho, llena de terrazas, con la Iglesia de la Vera Cruz al fondo. Tengo que reconocer que Aveiro no me gustó demasiado: tiene rincones muy bonitos, pero en general me pareció demasiado explotado y de postureo. No deja de ser algo normal, como si encuadrado dentro de unos ángulos lo hiciera más bello. Es decir, el canal y la fachada norte son preciosos, pero el resto de la ciudad es un pueblo separado de la laguna por una autovía.
Desde aquí nos fuimos hasta la conocida como “playa de Aveiro”, que es la cercana Costa Nova. Nos volvió a pillar una inmensa niebla, y es que en el Atlántico es recurrente que esta bruma invada toda la costa. La playa de Costa Nova es arenosa y muy larga, pero aquí no están las casas de colores. Estas se encuentran en el paseo del pueblo propiamente dicho, mirando hacia la laguna. Aquí encontrarás una avenida larga, donde hay varias heladerías y tiendas, repleta de casitas de veraneo pintadas a rayas de colores muy llamativos.
¿Qué piensas de Aveiro?
