Qué ver en KAZAN, una república musulmana en Rusia [Etapa 1 Transiberiano]
Pasamos un día en la primera parada de la Aventura del Transiberiano: Kazán. La capital de la República de Tartaristán o Tartaria presume de ser la única ciudad en cuyo Kremlin se ubica una mezquita. Nacionalismo, religión, cultura e historia hacen de Kazán una ciudad imprescindible de Rusia.
Empezamos la ruta. Primera parada, Kazán.
Tras visitar Moscú, nos encontrábamos en la Kazansky Vokzal (Estación de Kazán), punto de partida de nuestra aventura Transiberiana. Como os conté en este artículo, intenté preparar una ruta lo más completa posible, y por ello decidí visitar Kazán, una ciudad imprescindible y que ha marcado de sobremanera la historia rusa. El llamado “Transiberiano” empieza desde la Estación de Yaroslavlsky, donde podéis ver letreros que marcan destino Pekín o Vladivostok. Desde Yaroslavlsky Vokzal se sigue una ruta que llega hasta Ekaterinburgo, pasando por Perm. Realmente, hay poco que ver en este tramo, más allá de parar el Nizhni Novgorod (conocida como “la ciudad del dinero” rusa. Sin embargo, Kazán se sitúa un pelín más al sur y realmente sí que merece la pena. Por tanto, decidí ir por la ruta que va paralela por el sur, parar en Kazán un día, y continuar hasta Ekaterinburgo. Todo ello para ver todo lo imprescindible y aprovechar el viaje… no quería pasar por al lado de esta joya sin verla.
Probamos la primera clase, SV.
Así pues, nuestra aventura partió de la Kazansky Vokzal, donde cogimos nuestro primer tren a las 23.00. Pudimos comprobar el ajetreo de las estaciones rusas, con mucha gente esperando, lleno de equipajes, muchos pequeños restaurantes con escaparates llenos de bollos y tiendas de ultramarinos para comprar lo necesario para el tren. Queríamos probar todas las clases de tren, y elegimos empezar por la puerta grande: fuimos en primera clase (sv). Tengo que apuntar que lo decidimos así porque fue el único trayecto de los que íbamos a realizar donde estaba disponible, en los demás trayectos no había primera clase. Así que esperamos nuestro tren y comprobamos con sorpresa lo bien que se estaba en ese tren. Era un tren de dos pisos, con amables provodnitsas, todo muy nuevo y cuidado: alfombras, papeleras, cristales hiperlimpios… El acomodamiento en primera clase es un compartimento para dos personas con dos literas inferiores. Cuando llegamos a nuestra habitación, encontramos que teníamos la cama preparada, dos almohadas para cada uno, y en la mesita nos habían dejado periódicos, revistas, dos botellas de agua y una cajita con el desayuno: un bollo, una chocolatina, otro panecillo, una galleta, unos chicles, toallitas… También nos dieron unas zapatillas y un set de costura. Dormimos de maravilla. Al despertar, la provodnitsa nos trajo unas tortillas para desayunar, con su correspondiente pepino (tan consumido en Rusia) y un té.
Llegamos a Kazán, capital del Kanato Tártaro.
Poco después de despertar, estábamos cruzando el gran Volga. El río más largo (3.690 km) y caudaloso de Europa (8.000 m3/s). Cruzar este inmenso río fue como cruzar un mar, algo a lo que nos acostumbraríamos con los demás ríos siberianos. El tan aprovechado río discrurre por una gran llanura en la que no hay nada más que planitud y tierras de cultivo. De hecho, una de las mayores altitudes son las Colinas de Valdái, donde nace el Volga, y que sólo cuentan con poco más de 300 m. Os podéis hacer una idea de cómo es esta extensa llanura. El Volga articula toda una red de transporte y comunicaciones, por lo que es muy importante para repúblicas como Mari-El o Chuvashia, hasta llegar a desembocar al Mar Caspio en Astracán. En toda esta zona del Volga hay muchas más repúblicas como Mordovia, Udmurtia, Bashkiria o la misma Tartaristán.
Tartaria es quizá una de las repúblicas más diferentes y que más ha marcado la historia rusa. En este artículo os contaba cómo en la edad media, los mongoles bajo la Horda de Oro asediaban y controlaban gran parte de Europa del Este, y casi la totalidad de Rusia. Mientras que en torno a Rostov (anillo de oro) y Moscú se localizaba el foco de resistencia (aún siendo tributarios), el centro de los atacantes estaba en el llamado “Kanato tártaro de Kazán”. Los tártaros son étnicamente túrquicos, y su lengua es familiar con el mismo turco, azerí o turkmeno. Descendientes todos ellos de Asia Central, tradicionalmente han sido pueblos pastores y nómadas. No fue hasta bien entrado el siglo XVI cuando los “mongoles” o ya tártaros, según iban distanciándose y diferenciándose, fueron derrotados por Iván El Terrible. La conquista de Kazán es un hecho muy significativo para la historia rusa. En uno de los grandes incendios durante esta conquista, se destruyó gran parte de la ciudad salvo un icono de una virgen, y por ello “Kazán” es un nombre muy común para nombrar catedrales (Catedrales de Kazán en muchas ciudades) o la misma Virgen de Kazán (probablemente a la que se tiene mayor devoción). Hay que imaginar la trascendencia del hecho de la paz que supuso esta conquista y el fin del hostigamiento hacia los rusos.
Si bien Rusia es un país que destaca por su fuerte nacionalismo, y que a pesar de ser una Federación, no se contempla la secesión de ninguna de sus repúblicas, Tartaristán es quizá la más nacionalista de todas ellas. Durante la desintegración de la URSS, Tartaristán se quedó con las ganas de separarse. Allá por 2005, se planteó la posibilidad de independizarse de Rusia, aunque finalmente se desestimó. Su cultura propia, idioma propio y religión musulmana la diferencian del resto de Rusia.
Actualmente, Kazán cuenta con más de un millón de habitantes y es una ciudad en expansión económica. Rusos conviven con tártaros. Ortodoxos conviven con musulmanes. El cirílico convive con el lenguaje túrquico. Sin duda, merece una visita.
Qué ver en Kazán.
A pesar de su gran tamaño, el centro de Kazán se puede ver perfectamente en un día. Os aconsejo dejar las mochilas en la consigna de la estación para ir más cómodos. Los mayores atractivos son el Kremlin y la arteria principal de la ciudad, la calle Baumana. Bordeada por los ríos Volga y Kazanska, cuenta con un pequeño canal de aire triste (paralelo a Baumana) que llega hasta el Lago Kaban, en el sur de la ciudad.
El Kremlin de Kazán es lo más destacado de la ciudad, y es Patrimonio de la Unesco. Se sitúa en la colina que hay en la confluencia de los ríos Volga y Kazanska, por lo que este emplazamiento fortificado dominaba toda la zona circundante. Esta zona es el origen de todos los asentamientos que se han dado en la ciudad. Desde la fundación por los búlgaros del Volga en el 1005, hasta el lugar del castillo del Kanato, el actual Kremlin data del siglo XVI, cuando Iván El Terrible conquistó Kazán pasando a manos rusas. Ejemplo de centro neurálgico es que también se encuentra aquí el Palacio del Presidente de la República de Tartaristán. La bienvenida al Kremlin la da la Torre Spasskaya, en un blanco impoluto.
La Torre Siuyumbike se encuentra en el centro de este recinto. Es una torre escalonada, ligeramente inclinada, y es lo único que queda de la antigua fortaleza tártara. Siuyumbike es el nombre de la heroína de Tartaristán, quien fuera la princesa del kanato. Hay una leyenda que dice que Iván El Terrible quería casarse con ella, a lo que Siuyumbike le dijo que si le construía una torre con siete pisos, uno hecho cada día de la semana que le daba de plazo, se casaría con él. Cuando el zar lo consiguió, Siuyumbike se arrojó al vacío desde lo más alto. Al pie de esta torre, había una pareja de tártaros con trajes típicos para hacerse fotos con ellos.
La Catedral de la Anunciación es el edificio que se construyó en primer lugar tras la conquista rusa, me recordó a las cúpulas que había visto en Sergiev Posad. Por dentro es bastante grande.
Lo más destacado del Kremlin es la mezquita Kul-Sharif, que era la más grande de Rusia y de Europa (aparte de Estambul), aunque recientemente creo que en Chechenia han construido otra más grande. Su origen es de tiempos tártaros, pero fue destruida con la conquista rusa. En 2005 se reinauguró la flamante nueva mezquita, con cuatro minaretes de 58 metros. Me gustó mucho ver y tocar el mármol blanco, las tejas turquesas, las losas de colores… es muy fotogénica e impresiona ver una mezquita dentro de un recinto amurallado como el Kremlin. Frente a ella hay puestos de un mercadillo de artesanía.
Entrar a la mezquita es gratis. Es necesario cubrirse los hombros, y llevar pantalón largo, o si es pantalón corto, que cubra hasta las rodillas. En mi caso, iba en tirantes y con un pantalón corto. Una señora a la entrada me estiró el pantalón tanto como pudo, pero no llegaba a tapar la rodilla, así que me vistió como si fuera un monje: todo tapado. Desde las escaleras de arriba se puede ver el interior del patio de rezos y el interior de la cúpula. Es muy bonita.
Desde el Kremlin, hacia el lado noreste, se ve al fondo el estadio de fútbol del Rubin de Kazán, y más cerca, el Palacio de Zemledltsev frente a un parque y otra mezquita.
La calle Baumana es la calle comercial de Kazán. Arranca cerca del Kremlin, donde hay un dragón y desde donde se ve una bonita vista de la mezquita y la muralla. Toda esta calle está llena de tiendas, bares, restaurantes, algunas iglesias, terrazas… Es donde más vida hay de toda la ciudad. La calle es bastante larga, y siguiéndola hacia el sur verás diversas fuentes: carrozas, ranas, estatuas… Es un bonito paseo, donde pude ir observando la diversidad étnica de Kazán, y la diversidad de sus tiendas y restaurantes, de todo tipo. La Catedral de la Epifanía se encuentra a mitad de esta calle, con su alto campanario.
La Calle Kremlyovskaya va paralela a Baumana y es la otra calle principal de la ciudad. Llega hasta las puertas del Kremlin, donde está la estatua a Musa Jalil, un poeta tártaro. Es una calle mucho más tranquila, con hileras de abetos. Aquí se ubica el Museo Nacional de Tartaristán (justo enfrente del Kremlin, al empezar la calle) y la oficina de turismo, donde fueron muy amables con nosotros.
Entre la calle Baumana y Kremliovskaya está la iglesia de San Pedro y San Pablo, con una curiosa y colorida fachada floreada. Está muy envejecida y poco cuidada, pero me gustó entrar y ver a los tártaros allí dentro, en su vida normal, entre tablachos de madera, polvo, arañas…
Queríamos continuar por la calle Baumana hasta el final de todo, donde recientemente han puesto la “Tartar Village”, que es un complejo de restaurantes con estética tradicional tártara, pero finalmente no llegamos a ir, tampoco era algo relevante. Así que paseamos tranquilamente por Baumana y entramos a un centro comercial, llegamos hasta el estadio de baloncesto, y nos sentamos en el Parque del Milenio a descansar. Desde aquí seguimos, bordeando el Lago Kaban, hasta la parte norte, donde hay como una plaza con la radio puesta a todo volumen, frente a la Universidad de Kazán. Aquí merendamos viendo cómo los rusos se paseaban en barquitas por el lago, que también tenía un chorro de agua como el de Ginebra.
Por último, volvimos a la estación de trenes, y tras conocer a un par de rusas muy simpáticas que vendían comida en la plaza, cogimos nuestro tren que partía a Ekaterinburgo.
Como no podia ser de otra forma, es muy interesante todo lo que cuentas y es una experiencia que no se puede perder uno.