Qué ver en EKATERINBURGO, la capital de los Urales [Etapa 2 Transiberiano]
La cuarta ciudad más poblada de Rusia vive la historia de la muerte del último zar: Nicolás II. Cruzamos los Urales y con ello, dejamos Europa y nos abrimos a Asia, visitando esta ciudad que está experimentando un gran auge económico.
Kupe en compañía
Tras pasar el día en Kazán, cogimos el tren hacia Ekaterinburgo y probamos por primera vez la segunda clase. En este artículo os cuento más sobre cómo son las clases en los trenes rusos. Así pues, nuestras compañeras de kupe fueron una mujer que rondaría los 40 años pero se conservaba genial, y su hija. Tras hacernos las camas y tomar nuestra primera cena en el tren (agua de samovar en un bote de pasta rápida), pude conversar con ellas. Para los rusos, la familia es esencial: prácticamente lo primero que me preguntaron es si tenía mujer e hijos. Ambas vivían en Ekaterinburgo, y rápidamente se ofrecieron para hacernos de guía por la ciudad, me apuntaron su número en un papel y nos dijeron que las llamáramos si necesitábamos cualquier cosa, aunque fuera en la otra punta de Rusia, que ellas nos ayudarían de alguna forma. La hospitalidad rusa es muy grande.
Los Montes Urales
El trayecto Kazán – Ekaterinburgo cruza los Montes Urales, que si bien su altitud es moderada (la mayor altitud ronda los 1500 metros con el Narodnaia), constituyen una auténtica barrera en medio de la extensísima llanura rusa y que continúa en el este en la Gran Llanura Siberiana. Cargado de menciones que me parecían poéticas (al recordar la película de Doctor Zhivago), representaban un confín que estaba cruzando: ese extremo del lado del mapa que sirve de frontera entre Europa y Asia. De hecho, hay un obelisco que simboliza la frontera entre estos dos continentes a unos pocos de kilómetros al oeste de Ekaterinburgo, aunque solo se puede ir en coche.
En efecto, por la mañana pude despertarme a tiempo para ver el paisaje de los Urales. Parecen simples colinas pobladas de una densa vegetación, que encuentra esporádicamente pequeños poblados de casas de madera y granjas. Poco después llegamos a la estación de Ekaterinburgo, que está situada al norte de la ciudad. Nos despedimos de nuestras compañeras y saludamos al novio de la chica, que había venido a esperarla con un ramo de rosas.
Primeras impresiones de Ekaterinburgo
Ekaterinburgo me recibió con un aspecto de ajetreo, alboroto, abundancia de anuncios y una estética muy humilde y destartalada. El hotel donde nos alojamos (Marins Parks) era el típico mamotreto soviético: un gran bloque aislado y puesto como si fuera una pantalla de hormigón, cuadriculado frente a la estación de tren. Dormir aquí fue difícil, porque no había aire acondicionado a pesar de hacer un calor sofocante, y la solución era dejar las ventanas abiertas… pero por la noche parecía que había una pista de fórmula 1 de las carreras que se echaban los coches. Lo cogimos justo aquí para dejar las mochilas nada más bajar del tren y pasar el resto del día en el centro de la ciudad (más al sur). Además, al día siguiente debíamos madrugar para coger un tren, y así nos pillaba al lado.
Ekaterinburgo es una ciudad que fue fundada en 1723 en honor a Catalina I. Después de la Revolución Rusa, y hasta 1991, fue nombrada como Sverdlovsk, en honor a Jacob Sverdlov, quien fuera el que mandó ejecutar a los zares en esta misma ciudad. Actualmente, cuenta con cerca de 1,5 millones de habitantes y es la cuarta ciudad de Rusia, y considerada la capital de los Urales. Recientemente es considerada como la ciudad más dinámica, que ha experimentado mayor crecimiento económico y donde se invierte más.
La ciudad me pareció, sinceramente, algo fea. Era una sucesión de bloques de pisos no muy bien cuidados, con amplias avenidas, pasos subterráneos de dudosa seguridad… y todo eso unido a un calor inimaginable en Siberia, con un intenso tráfico… También me chocó la desigualdad que vi en esta ciudad: niños gitanos pidiendo dinero, o ver a familias que llevaban a bañarse a sus niños a una fuente (en calzoncillos) frente a un centro comercial que parecía de lujo.
Qué ver en Ekaterinburgo
La avenida que conecta la estación de tren (al norte) con el centro de la ciudad (al sur) es la Avenida Sverdlova. Aquí podréis encontrar toda esa sucesión de bloques típicos, tiendas, bancos… es una zona que alterna los bloques cutres con nuevos edificios de negocios.
Poco más adelante, Sverdlova cambia de nombre a Libknekhta, donde enseguida veréis la Iglesia sobre la Sangre en honor de todos los santos. Esto es probablemente, lo más destacado de toda la ciudad. Justo aquí se situaba la Casa Ipatiev, que fue el lugar donde recluyeron al zar Nicolás II y a su familia durante la Revolución Rusa. Aquí, según las memorias del zar, vivían tranquilamente, incluso “le gustaba más esa vida normal familiar que la de zar”… hasta que, por temor a una insurgencia y una contrarrevolución que volviera a poner al zar en el poder, Sverdlov ideó asesinar al zar y su familia.
Fue de noche cuando entraron a casa, y con la excusa de “hacerles una foto en el sótano”, abrieron fuego contra todos ellos. Se dice que se vistieron para la ocasión, hasta tal punto que las joyas que llevaban las zarinas hicieron difícil su muerte. De esta historia han surgido numerosos rumores. Se puede visitar, a unos kilómetros de Ekaterinburgo, el lugar donde fueron arrojados los cuerpos, en medio del bosque, y donde hoy día se encuentra una capilla. Otras “leyendas” dicen que una de las zarinas sobrevivió y que la encontraron en Alemania… hay muchos documentales al respecto.
Sin duda, esta es la principal razón para visitar Ekaterinburgo. La casa Ipatiev fue demolida, y en su lugar se levantó esta imponente iglesia que honra la memoria de los zares. Por fuera no es demasiado llamativa, y tampoco lo es por dentro (más allá de los fantásticos frescos de catedrales ortodoxas). Pero es muy imponente el ver allí los carteles con fotografías del zar y su familia. Aunque al lado se encuentra un museo sobre este tema, considero que podría explotarse mucho más, ya que me esperaba más y me quedé algo decepcionado ante la iglesia.
El centro de la ciudad es Plotinka. Se trata del paseo que hay entre el Río Iset y el lago que forma al norte. Aquí es donde se reúnen los jóvenes para sentarse en las escaleras y ver las fuentes (cuya agua recuerdo que olía mal), donde hay puestos de bebida y comida, feria… Aquí probamos el kvas, la bebida más típica de Siberia, bebida fermentada de harina de centeno, malta y manzana, que puede contener más frutas. Suele contener algún grado de alcohol. A mí no me gustó nada.
La orilla del lago es una parte bonita de la ciudad. Desde aquí se observan todos los nuevos rascacielos, y es una zona de descanso donde hay terrazas y se disfruta de un agradable paseo.
Justo enfrente se ubica el edificio más bello de Ekaterinburgo: la Dom Sebastyanova, o casa de Sebastián, quien era un comerciante siberiano. Frente a esta casa había preparado un escenario con música alta, celebrando el 293º aniversario de la ciudad. La música, sorprendentemente, era en español: ritmos latinos para dar bienvenida a los participantes de la maratón Asía-Europa.
La calle que cruza por Plotinka y la casa Sebastyanova es la Avenida de Lenin, en la cual están los demás edificios importantes de la ciudad. Hacia el este se encuentra la Capilla de Santa Catalina, frente a un bonito parque y su correspondiente fuente; y el Teatro, Ballet y Ópera de Ekaterinburgo (todo en uno). Esta calle, la arteria principal de la ciudad, está presidida por la estatua de Sverdlov.
Siguiendo la Avenida Lenin hacia el oeste, llegamos hasta el Ayuntamiento de la ciudad, frente a la plaza 1905 (que de plaza tiene poco, es un aparcamiento) y justo al lado de este, se ubica el centro comercial Passazh donde realicé una gran compra de aprovisionamiento para el tren. A la entrada había una fuente donde estaban todos los niños y niñas bañándose. Y realmente ese era el plan: los padres llevaban horas sentados para que sus hijos se bañaran. Me resultó curioso, pero a la misma vez, muy alegre. Me encantó, vamos. Se lo estaban pasando en grande.
La calle Bainera está pegada al centro comercial, perpendicular en dirección sur, y es una calle peatonal bonita, que me recordaba al Arbat de Moscú. Con sus bancos, sus casas bajas y de colores pastel, llenas de tiendas y cafés… Más adelante, frente a la Iglesia de Maximiliano, me tóme una limonada y un pastel de chocolate que estaba delicioso.
Por último, en el cruce entre la Avenida Pervomayskaya y Mamina-Sibirkaya se encuentra un monumento conmemorativo a los caídos en las guerras de Afganistán y Chechenia. No suele aparecer en ninguna guía de Ekaterinburgo, pero lo vi por Google Earth y quise ir allí. Me impresionó ver un kalashnikov tan grande.
Desde aquí, la primera gran ciudad asiática, en las faldas de los Urales, cogeríamos el tren para ir a la que fuera la capital de Siberia…
Y sigue el tio!!!