Mediterráneamente NÁPOLES [Excursión a Pompeya]
Nápoles es la esencia mediterránea: rico patrimonio, hogar de la pizza, ambiente caótico e historia única
Fundada por los griegos como Nea Polis (Ciudad nueva), estuvo bajo dominio romano, bizantino, normando y francés, y desde el siglo XVI bajo dominio español. El auge de Nápoles llegó en el siglo XIX con el Reino de las Dos Sicilias, gobernado por una rama de los Borbones españoles, hasta que Garibaldi conquistó el reino para unificarlo en Italia. Desde entonces, la ciudad entró en una etapa de declive. Actualmente es la tercera ciudad en importancia de Italia, tras Roma y Milán. Cuenta con un millón de habitantes, pero su área metropolitana alcanza los seis millones. Nápoles es famosa por su rico patrimonio, legado de los sucesivos dominios y reinos presentes en la ciudad; así como por su gastronomía (aquí se originó la pizza); y por su emplazamiento al pie del Vesubio, un volcán de casi 1.300 metros que todavía se considera activo (aunque no entra en erupción desde el 1944, pero cuando lo hace es de forma violenta), que sepultó ciudades romanas como Pompeya.
Famosa por la camorra, nombre de la mafia napolitana, la ciudad de Nápoles se encuentra muy degradada y mal planificada (como Palermo) por la acción de estos grupos de poder. En los años 80 llegó a producir más de 200 muertos, algo que en 2004 volvió a alcanzar una cifra superior a los 130. Se trata de una camorra que no se encuentra jerarquizada y por tanto, hay peleas entre los distintos clanes. Suelen controlar aspectos como la recogida de basuras, comercios… También se dice que en Nápoles se encuentra el mercado de droga más grande de Europa. Por todo esto, Nápoles se encuentra entre las ciudades de Italia con un menor nivel de vida y más pobres del país. Considerada una ciudad peligrosa, lo cierto es que hay que andar con cuidado por aquí. En primer lugar, literalmente. La conducción es caótica, verás que todos los coches están rayados. También verás colas, algo que se suele producir porque se paran a “posteggiare“, es decir, a ligar con el conductor de otro coche. Los pasos de peatones son inútiles, nadie para y tienes que aventurarte a cruzar. Y si lo haces, incluso te pitan. Hay bastantes atropellos. Debes tener cuidado por las zonas que ir en Nápoles. Incluso en el mismo centro pueden robarte, algo que se siente cercano porque en las esquinas o plazas suele haber gente vendiendo móviles robados, o enseñándote dentro de sus chaquetas móviles para que los compres.
Nápoles es una ciudad que o te encanta o te horroriza. Personalmente, a mí me encantó. Me parece una de las ciudades con más encanto de toda Italia. Es una ciudad con un montón de iglesias, palacios y fachadas de importancia, pero que se encuentran olvidadas, en muchos casos no bien cuidadas. Los monumentos están llenos de graffitti (como sucede en Bucarest), hay coches aparcados en mitad de plazas, en el paseo marítimo hay edificios que se van a caer a trozos y bloques sin sentido… Todo ello puede parecer feo, pero a mí me parece muy interesante. Es el alma de una ciudad mediterránea, con su carácter improvisado, su vida en la calle, su cultura urbana, una mezcla entre decadente y acogedor.
Nuestro crucero atracó en el puerto de Nápoles y fuimos andando hasta la estación de tren para coger uno que nos llevaría hasta Pompeya, una excursión que habíamos decidido hacer entre todos. Os la cuento más abajo. Al volver, disponíamos de tiempo libre y empezamos a descubrir algo de Nápoles, aunque en una visita muy breve. Necesito volver a Nápoles.
Una de las plazas centrales es la Piazza Plebiscito. Aquí se encuentra el Palacio Real, diseñado en el siglo XVII en un estilo barroco pero reformado en neobarroco y neoclásico, para la visita de Felipe III a Nápoles. Es sede de la biblioteca nacional. La plaza la preside la Basílica de San Francisco de Paula, neoclásica, con una forma circular y con una fachada de columnas jónicas. En la plaza también están las estatuas ecuestres de Carlos III y Fernando I.
Cerca de esta plaza está el Teatro San Carlo, en honor a Carlos III, del siglo XVIII. La Via Toledo es la arteria de la ciudad, donde puedes encontrar bellas fachadas de palacetes y residencias señoriales, como el Banco de Nápoles, el Palacio Doria d’Angri, Colonna di Stigliano, la iglesia del Spirito Santo… Desde aquí también puedes acceder a las Galerías de Umberto I. Son unas galerías construidas a finales del siglo XIX, al estilo de la de Milán, (aunque esta de Nápoles se nota que es más humilde y no tan elegante), con las bóvedas de hierro y vidrio, mosaicos en el suelo y demás inscripciones. Esta galería tiene salida cercana a la Plaza Trieste e Trento, donde se ubica la Iglesia de San Fernando. Esta plaza se llamó así en el siglo XX para conmemorar la anexión de Trieste y Trento a Italia, que antes estaban en manos austrohúngaras. En ella se encuentra la Fuente de la Alcachofa.
Nápoles cuenta con varios castillos. El Castel Sant’Elmo, con su diseño actual del siglo XVI domina la ciudad desde una colina. El Castel dell’Ovo, domina el Golfo de Nápoles y es llamado así porque Virgilio escondió un huevo en el castillo que actuaba como pilar, y si se rompía, toda la ciudad se iría a pique. Aunque su origen se remonta a estos tiempos romanos, la forma actual responde a la construcción que realizaron los aragoneses. Otro es el Castel Capuano, castillo del siglo XII del entonces monarca normando de Nápoles. Por último, justo en el puerto se encuentra el Castel Nuovo o Castillo Maschio Angioino, en un estilo renacentista, data del siglo XIII, con cinco torres y un arco triunfal de entrada para conmemorar la llegada de Alfonso V de Aragón en el siglo XV.
Nápoles tiene muchas callejuelas, plazas, iglesias y palacios por descubrir. Entre ellas, la Catedral de Nápoles, erigida en el siglo XIII pero remodelada en sucesivos estilos: puertas góticas, sala barroca, fachada neogótica. Destaca su capilla del tesoro, con la reliquia de San Genaro y su baptisterio, el más antiguo de Europa occidental; Palacio de Capodimonte, del siglo XVIII, encargado por Carlos III; Monasterio de Santa Chiara, restaurado en gótico, del siglo XIV; Iglesia de San Domenico Maggiore, del siglo XIV pero restaurada en barroco del XVII y neogótico en el XIX; Basilica di Santa Maria del Carmine Maggiore; Capilla de Sansevero; Basílica de San Lorenzo Maggiore; Piazza Dante; Barrio de San Gregorio Armeno, con mercadillos, destacando el navideño; o descurbrir la Nápoles subterránea en catacumbas como las de San Genaro.
Como excursiones desde Nápoles, os aconsejo visitar el Palacio Real de Caserta, construido como una especie de Versalles para la dinastía Borbón de las Dos Sicilias. Es un palacio barroco con unos jardines inmensos. Por supuesto, las bellísimas islas de Capri e Ischia, con pueblos blancos, pequeñas iglesias, grutas marinas y aguas cristalinas; y si tienes más tiempo, pasar unos días en la costa amalfitana, una sucesión de pueblos encaramados entre la montaña y el mar (Positano, Amalfi, etc.). Pero si hay una excursión famosa desde Nápoles, esa es Pompeya sin ninguna duda. Pompeya (Pompeii) es una ciudad romana que fue sepultada en el año 79 por la erupción del Vesubio. La importancia de Pompeya es indiscutible, pues gracias a la conservación casi intacta de esta ciudad (con sus calles, templos, teatros, anfiteatros, lupanares, mosaicos, foro, termas, circo, palestra, incluso establecimientos como restaurantes, panaderías…) se ha podido conocer cómo era la vida romana, que no difiere mucho de la actual.
Aquí puedes ver los frescos de las villas y saber cómo pintaban, las inscripciones de sus casas, comprender la vida social mediante sus establecimientos, y sentirte como un romano más. Una de las cosas más alucinantes es que se han conservado los cuerpos petrificados de habitantes que fueron sepultados por los piroclastos del Vesubio.
En palabras de Ali, que es historiadora del arte, “me parece lo más fascinante que han visto mis ojos, he podido mirar y sentir como un romano del siglo I. Todo allí me parece increíble, las similitudes de la sociedad romana con la nuestra, las villas impresionantes y los colores de los frescos que te transportan a la antigüedad”. Y doy fe de ello, que lloró bastante de emoción.
Como veis, Nápoles y su área circundante tiene mucho que ofrecer.
