SERGIEV POSAD y ROSTOV, el anillo de oro desde Moscú

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El “anillo de oro” es la denominación que reciben pueblos y ciudades antiguas entre Moscú y el Volga. Se trata de la zona donde se fraguó el estado ruso medieval, la resistencia contra los mongoles y el surgimiento del Principado de Moscú. Es, sin duda, el corazón ruso.

El anillo de oro suele aglutinar a los pueblos de Suzdal, Vladimir, Yaroslavl, Sergiev Posad y Rostov. Estos cinco son los más visitados, aunque hay muchos más pueblos que cuentan con importantes atracciones como Pereslavl-Zalesskiy, Kostroma o Ivanovo. Las comunicaciones no son muy buenas, y por tanto, muchos circuitos organizados cubren este terreno (aunque son carísimos). Sí que están bien comunicados cada uno de los pueblos con Moscú, pero los trayectos entre ellos son mucho más difíciles de encontrar.

Como os contábamos en este artículo, la Rus de Kiev se trasladó en la Edad Media hacia el entorno de Moscú. Es aquí donde, bajo amenaza de la Horda de Oro y los mongoles, se formó el actual Estado ruso, siendo el Principado de Moscú el más poderoso. Sin embargo, muchas ciudades fueron auténticos centros de comercio, cultura y religión rusas. El río Volga, principal arteria del país, articula toda la región fertilizando sus tierras.

De entre todos ellos, escogimos visitar Sergiev Posad y Rostov. Sergiev Posad es imprescindible: además de ser el más visitado, es el más accesible y quizá el más importante, pues es la “sede” de la Iglesia Ortodoxa Rusa. De los restantes, Rostov fue el que más nos llamó la atención por su magnífico kremlin, que es una estampa mágica. Os recomiendo que le echéis un vistazo a todos pequeños pueblos, aunque os subrayo mi preferencia por Rostov y Sergiev Posad.

Desayunando en el suburbano

 

Llegar desde Moscú a Sergiev Posad es muy fácil. Se puede ir en autobús, marshrutka y tren. Os recomiendo este último, pues aunque elijas el medio que elijas hay mucha disponibilidad de horarios, pero los atascos de Moscú son terribles. El tren es la mejor opción. Nos levantamos temprano en Moscú, fuimos hasta la Yaroslavskiy Vokzal (Ярослaвский вокзaл, en la parada de metro de Komsomolskaya), que es donde salen los trenes suburbanos hasta Sergiev Posad. En Moscú, las estaciones se llaman en función del destino. Así, está Leningradsky para ir a Leningrado, Kazansky para ir a Kazan, y Yaroslavsky para ir a Yaroslavl (y lo que pille en el camino). Nada más llegar, ya había uno esperando, y había cada media hora. Por el camino fuimos pasando por diversas estaciones que estaban en medio del bosque, cuyos nombres me resultaban conocidos, como “Cheliuskinskaya” o “Pravda” (Pravda: “verdad”, periódico en el que Lenin publicó sus tesis de revolucionarias).

Además, el trayecto fue toda una experiencia, ya que en ese gran vagón con bancos como asientos, aparecía gente que iba vendiendo sus productos. Un hombre entró, se puso en medio del pasillo y empezó a cortar col con una especie de cuchillo-raspador. Ahí se tiró un buen rato, llenando el suelo de col, hasta que terminó su exposición y fue pasando por todos los bancos por si alguien le compraba. Otra mujer pasó con un carro de hacer la compra, vendiendo todo tipo de productos del supermercado. También otro que vendía cuentos. Un hombre vendiendo todo tipo de cuchillos. Otra que vendía calcetines: dejaba a cada persona un par para que los viera, y cuando había terminado el recorrido, comenzaba a recogerlos. Había de todo. ¡Fue muy entretenido!

Estación de Cheliuskinskaya, entre Moscú y Sergiev Posad

 

Pravda

 

Sergiev Posad cuenta con más de 100.000 habitantes, y el pueblo en sí no cuenta con mayor atractivo más que el monasterio de la Trinidad y San Sergio. En la zona de la estación de tren está también la de autobuses, un mini centro comercial y un McDonalds. Cuando fuimos también había un mercadillo callejero. El camino hasta el monasterio está muy bien señalizado, así que no hay pérdida. Hasta allí, fuimos pasando por las casas típicas de madera rusas, y nos quedamos un rato dentro de un mercado cubierto a esperar a que pasara la lluvia que estaba cayendo. ¡Recuerdo que el mercado estaba lleno de gatos! Camino adelante, hay un mirador desde el que se ven las siluetas del monasterio. Es un lugar muy bonito, con un parque delante, flores y formas de dos cisnes, un pequeño canal…

Mercado en Sergiev Posad

 

Vista de Sergiev Posad
Me parecía que estaba inmerso en la cultura rusa

 

Continuamos andando hasta el monasterio. Para cruzar la carretera hay un paso subterráneo donde había muchos puestos de souvenirs, que a esa temprana hora estaban cerrados, pero a la vuelta paramos a comprar… había muchas cosas, y mucho más baratas que en las tiendas de Moscú. Aquí compramos bastante.

Ya en la puerta del monasterio, los autobuses esperaban y la gente hacía colas para entrar, siguiendo a los guías. Nosotros íbamos por libre, compramos nuestras entradas y entramos bajo el arco de entrada contemplando las pinturas que tenía.

Entrada al Monasterio
Entrando al monasterio de San Sergio
Así son los rusos: osos de mascota

 

El Monasterio de la Santa Trinidad y de San Sergio es uno de los más importantes de Rusia. Además de su historia y belleza, es la sede de la Iglesia Ortodoxa Rusa, o el “Vaticano ruso” como le llamábamos. Patrimonio de la UNESCO, fue construido hacia 1340, como un monasterio-fortaleza frente a las incursiones mongoles. Sus muros de más de 12 metros de altura dan una idea de esta plaza defensiva. Era también un lugar para la floreciente cultura rusa, donde se custodiaban tesoros de reyes, se copiaban manuscritos, o donde los artesanos desarrollaban su actividad. Se compone de dos catedrales,varias iglesias y capillas, y diversas dependencias como refectorios, palacio del zar, etc.

Paseos en Sergiev Posad, iglesia del Espíritu Santo vista desde sus tres ábsides

 

Catedral de la Asunción

 

Sergiev Posad

 

La plaza principal del Monasterio se encuentra frente a la Catedral de la Asunción, mandada construir por Iván El Terrible, el campanario verdiblanco del siglo XVIII y la más antigua Catedral de la Trinidad del siglo XV. Las cúpulas de la Catedral de la Asunción, azules con estrellas, son muy bonitas, y el conjunto, frente a una fuente con una cruz de la que emana agua “sagrada” y el campanario es muy curioso. La abundancia de colores y la extrema decoración chocaba con el ver a los monjes paseando por allí, vestidos en largas túnicas negras, con sus sombreros de patriarcas y su barba larga.

 

Sergiev Posad

 

Plaza principal en Sergiev Posad
Fuente de la cruz de agua bendita
Un patriarca

 

Lo que más me gustó de todo fue, sin duda, el interior de la Catedral de la Asunción. Es IMPRESIONANTE. Quizá por lo inesperado, que es lo que más fascina… pero contemplar los frescos tan coloridos, de techos tan altos, las lámparas, iconostasio, todos los dorados, señoras encendiendo velas y dejando deseos escritos en papeles… se notaba que era domingo y había mucha actividad. Me quedé mucho tiempo ensimismado absorto en ver cómo la luz se fundía con las pinturas, y oler ese silencio… quizá de lo que más me había gustado de Rusia hasta el momento.

Lo inesperado, lo mejor
Plegarias en Sergiev Posad
El magnífico iconostasio
La religión juega un papel cada vez más importante en Rusia

 

Después de entrar a más dependencias, pasear por los jardines y beber agua purificada, fuimos a comprar los souvenirs que habíamos visto antes, y fuimos hasta la zona de las estaciones. Comimos en el McDonalds y enseguida fuimos a la estación de buses para coger el autobús hasta Rostov. Para ir de Moscú al pueblo que sea, os recomiendo el tren (como hicimos hasta Sergiev Posad), pero para ir entre los pequeños pueblos, es necesario el bus o marshrutka. Los horarios no están disponibles en internet, y aunque lo estuvieran, no sirven de nada. Yo había escuchado que salía un bus de Sergiev Posad a Rostov a las 15.30, así que fuimos con antelación para comprar los billetes. ¡Todo esto fue una odisea! Todo estaba en ruso y nadie sabía lo más mínimo de inglés. Así que entre lo que yo sabía del idioma, me dijo la chica que el bus llegaba con retraso, y que no me podía vender billetes hasta que ella supiera cuántos quedaban disponibles. Es decir, el bus vendría y conforme quedaran sitios libres, así vendía ella los billetes. La cola se iba haciendo más y más larga… suerte que estábamos los segundos. Al fin, una hora y media después, el bus llegó. Iba casi completo y sólo había un asiento libre. Así que, tras un poco de negocio, las dos chicas que iban delante nuestra se subieron al bus yendo de pie (se bajaban antes de llegar a Rostov), la “segunda chófer” se bajó y se quedó en la estación para cedernos su asiento (en la punta delante) y nosotros nos sentamos cargados con los equipajes nuestros y de las chicas. ¡Fuimos muy afortunados!

Tradición
Encendiendo velas en este increíble espacio

 

La carretera de Sergiev Posad a Rostov es la que une Moscú con Yaroslavl. Fuimos pasando por pequeños pueblos donde se iba bajando la gente, y de paso vimos la vida rural. Casas de madera con marcos de ventanas muy elaborados, pequeñas huertas, iglesias en cada pueblo, y a la orilla de la carretera, todo un mercado continuo de pequeños puestos, de las propias familias que venden sus productos. Y otra cosa que pude comprobar: la conducción en Rusia. Qué adrenalina y qué tensión. Se adelanta por donde se puede, por el arcén, se va muy rápido, y las líneas continuas son un adorno.

Carretera Moscú – Yaroslavl
Aproveché para tomarme un helado en la estación de bus de Pereslavl – Zalesskiy
Iglesia de Glebovskoye

 

Al fin llegamos a Rostov. Rostov es el nombre de este importante aunque pequeño pueblo, aunque es conocido como “Rostov Veliki” (Gran Rostov) o “Rostov Yaroslavlsky” (Rostov en Yaroslavl region) para diferenciarlo de Rostov-na-Donu o Rostov del Don, ciudad en el sur de Rusia que actualmente es mucho más grande. Con poco más de 30.000 habitantes, la ciudad es una de las más antiguas (fundada en el siglo IX) y más importantes (capital de su principado hasta que en el siglo XV fue incorporada al de Moscú, y sede del arzobispado). Se encuentra a orillas del Lago Nero, y en el pueblo se ubica el Kremlin de Rostov, una auténtica maravilla y el más bonito de toda Rusia por su abundancia de cúpulas y colores. Además, hay dos monasterios, situados a ambos lados del pueblo a la orilla del lago,el de San Abraham y San Jacob, aunque estos están en mal estado de conservación y para llegar a ellos hay que ir andando o en coche.

Casas típicas de Rusia
El pueblo de Rostov

 

En un domingo por la tarde el pueblo estaba desierto. Y mucho menos había turistas, así que allí éramos como dos extraños. La gente que había se nos quedaba mirando como diciendo… ¿Qué hacéis aquí?, y realmente fuimos paseando tranquilos por todas las calles, hasta llegar al Kremlin. Desde lejos se ven las cúpulas que parecen como un palacio de un cuento de mundos lejanos, pero cuando llegas y ves la imponente muralla, las campanas sonando y tú allí solo, crees que de verdad estás en otro sitio que no parece Europa. Me compré una cruz de plata a precio baratísimo, y fuimos dando la vuelta hacia la derecha para entrar por la puerta principal al interior del Kremlin. Nótese que el camino era un barrizal y habían puesto tablas para poder pasar.

Es una maravilla
Impresionante entrada al Kremlin de Rostov
Se nota la influencia oriental

 

Coches de caballos para dar un voltio

 

Dentro del Kremlin hay diferentes iglesias para visitar, palacios, y un recorrido de escaleras para subir a más capillas, etc. Nos relajamos en el estanque con patos que hay justo en el centro, mientras veíamos el sol que se estaba poniendo tras las cúpulas verdes de la iglesia. Después, por una puerta, accedimos hacia el lago, pasando por un camino de tierra entre arbustos y casas de campo (las dachas típicas rusas), que tenían su huerta y animales justo a las afueras del Kremlin. Rusia, combinación de todo.

 

Dentro del Kremlin
Atardecer en un estanque con patos, dentro del Kremlin
Una dacha y su huerta puerta con puerta con el Kremlin
Cielos de mundos lejanos

 

En la orilla del Lago Nero había algunas familias que estaban haciendo picnic, y allí estuvimos nosotros un rato descansando. Hay una cruz de madera, y a la derecha se podía ver la silueta del Monasterio de Jacob. También hubiera sido muy bonito ver desde la otra parte del lago la perspectiva de todas las cúpulas del Kremlin, pero necesitábamos un coche y debíamos volver a coger nuestro tren vuelta a Moscú. Por el camino, ya estaba anocheciendo, y nos dio algo de respeto pasar por las calles solitarias. Desde una ventana de una casa un hombre con mala pinta nos dijo algo (a saber qué), así que decidimos ir al único supermercado que había y comprar algo para cenar en el tren. Ya en la estación de tren, todo estaba cerrado y no había nadie para atender, pero teníamos los billetes que había sacado por internet, así que solo teníamos que esperar a que el tren 105 llegase para montarnos y disfrutar de la cena a bordo.

El lago Nero
Monasterio de San Jacob
Estación de tren de Rostov Yaroslavsky
Nuestra cena en el tren de vuelta a Moscú

 

Después de un largo día, en el que habíamos visitado dos maravillas, y creo que escogimos bien, llegamos de nuevo a la Yaroslavlsky Vokzal. Cuando llegué, vi en los letreros que desde aquí salía el tren Transiberiano… el ver “PEKIN” en el andén fue la señal que tuve para volver al año siguiente y realizar dicha ruta.

Así pues, en la siguiente entrada os contaré sobre Moscú, tanto mi visita con Irene en 2015 como Moscú y el inicio de la aventura del Transiberiano de 2016.

 

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